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Desde la muerte de mi padre me acompañaban a la mesa dos solteronas, primas de él, y no muy sobradas de recursos, aunque de bambolla: los parientes más cercanos que me quedaban por la rama paterna, pues por la materna los había tan próximos y más abundantes, según mis noticias, aunque yo no los conocí jamás, porque, también según informes oficiosos, hubo invencible empeño en ello de parte de quien tenía el deber de empeñarse en lo contrario.

Había serias discrepancias entre los doctores más sonados de Madrid sobre si aquellos dolores lentos, profundos y angustiosos, eran simplemente neurálgicos o reumáticos, o acusaban la presencia de un cáncer inextirpable, por lo cual era de suma urgencia que la enferma saliera a tomar estas aguas, aquellos aires y los gases de más allá; y como lo uno estaba en el Pirineo francés, y lo otro en Suiza, y en Alemania y en los confines del mundo lo restante, y, además, era de rigor una detenida consulta con las celebridades médicas de París, la expedición resultaba larga, doblemente por las precauciones y comodidades que exigía el estado lamentable de la marquesa, cuyo médico de cabecera, un hombrecillo ya viejo y de gran experiencia, que la quería mucho, porque casi la había visto nacer, la aconsejaba que tuviera juicio, pues ya estaba en edad de ello; que se quedara quietecita en su casa, limpiándola antes de ruidos y de bambolla; que se acostara tempranito y se levantara tarde; que se curara de la maña inocente de disimular sus vanidades con exigencias de la necesidad, y que no tentara a Dios metiéndose en aventuras como la que iba a acometer, porque ese era precisamente el camino más breve que podía elegir para irse por la posta al otro mundo. ¡Como si callara!

» Simón continuó diciendo , no si es todo lo leal y sencillo que parece, o si de nuestro río revuelto ha logrado sacar las buenas ganancias que se le ven, y otras mayores que, según dicen, están ocultas; por de pronto, me consta que a tu padre le daba buenos consejos, y que él no quería tomarlos en consideración: tenía el pobre bastante bambolla, y esto le perdía.

Y pude dominar mi indignación, por respeto a las intenciones de mi madre, que no eran, que no podían ser las que cualquiera tendría derecho a leer en la letra descarnada de sus precedentes advertencias, encomios y recomendaciones; cualquiera menos yo, que conocía hasta qué punto cegaban a aquella señora las pompas y vanidades del mundo, y con qué facilidad transigía con los riesgos más graves, si la costumbre los autorizaba y si sus planes de bambolla los pedían. «¡Dinero, dinero a todo trance, y mundo esplendoroso en que lucirle! «Este venía a ser, en substancia, el objeto, el fin, la aspiración única, y hasta la religión de mi madre, y por eso, creyendo de buena fe que en ello trabajaba por mi felicidad, al ofrecerme por marido a don Mauricio, intentaba, con tan poca prudencia, desvanecer los escrúpulos que yo tuviera para aceptarle.

Así como Cervantes amontonó en su última novela las aventuras de los libros de caballería, que antes criticara con tanto rigor, así también acumuló en ellas sin escrúpulo todos aquellos extravíos dramáticos de bambolla y efecto de la época, llevando hasta la exageración su licencia.

Entretanto, los Esteven subían, subían y subían, como globo hinchado por el gas, y hoy era una casa en tal parte, y mañana dos y luego tres, coche, palco, caballos y mucho ruido y mucha bambolla. ¿De dónde salían estas misas? ¿Era de los negocitos del marido, de los picholeos equívocos, de la jugarreta de Bolsa? A otro, que no cuela.

El seráfico arcangelillo se asustó al verse solo conmigo en lugar extraño... ¡No les gusta más que la sacristía!... Lloró, rabió, quiso matarse, escandalizó la casa de aquella ilustre doña Mónica a donde la llevé... Jamás me ha pasado otra como esta... ¡Pobre gatita, cómo mayaba! ¡Qué lastimeros ayes! ¡Qué gritos para clamar por su honor!... Nada; es preciso ser fraile o sacristán... En fin, ya está otra vez en su casa, a donde acabo de llevarla sigilosamente, lo mismo que la saqué... Señora doña Inesita, veo que es usted mujer resuelta... Usted se ha echado a la calle con este insigne mancebo... No hay que hacer aspavientos de honor y demás bambolla... La señora condesa me lo ha contado todo esta tarde desde la cruz a la fecha... Ella quería que yo me comprometiese a librarla a usted de su cautiverio, y convine en ello... Pero ustedes lo han sabido arreglar.

Porque ustedes no pueden figurarse la bambolla que hay en Villavieja, y los humos que gastan y el tono que se dan ciertas gentes... Vamos, cuatro zarrapastras, Dios me lo perdone, que estarían mejor barriendo las escaleras o acarreando sardinas desde el muelle... ¡Ya verán ustedes, ya verán! sobre todo usted, Nieves, si no trae bien atascados los baúles y no saca un vestido nuevo cada día a la Glorieta o a los Arcos... ¡ja, ja, ja! y si le saca, que luego se le copian y la miran de reojo y la despellejan viva.

Compadeció la ignorancia de la joven y estuvo próximo a decirle que todo aquel lujo era imbécil fatuidad, pura bambolla; pero sintióse dominado por sus temores de niño sumiso y obediente, y hasta en el vacilante resplandor del inmediato farol creyó ver el rostro de mamá contraído por un gesto de indignación majestuosa.