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Actualizado: 7 de mayo de 2025
Eran ya bien las ocho de la noche. La joven estaba triste, porque Juan Montiño se había separado de ella para acudir á un lance desagradable y acaso peligroso. ¿Qué necesidad tenía yo dijo de haberle llevado al teatro? Ninguna. Ha visto á Mari Díaz y ha tropezado con don Bernardino. Bien empleado me está. He querido lucirle. Vamos: si sucede algo malo á Juan, no sabré de qué manera castigarme.
Tal era la causa del júbilo de D. Acisclo; iba a abrazar al sobrino santo, iba a vivir con él, iba a tener el gusto de lucirle en el lugar. Doña Luz quiso en seguida mudarse a su casa y dejar su habitación en casa de D. Acisclo, para que el padre habitase en ella. Don Acisclo dijo: Nada de eso, hija mía. Tú por nada del mundo te vas de mi casa a vivir sola en aquel caserón.
¡Cuidado si es templada la chica esa! pensó Leto, empezando a discurrir en cuanto hubo pasado la última figura de la procesión . ¡Y guapa!... ¡Carape si es guapa!... y modesta, y sencilla para lo guapa y principal que es... Otra en su pellejo ¡se daría un lustre!... Resulta que le gustan mucho los paseos marítimos, y que quiere darlos en mi balandro... ¡Buena ocasión para lucirle en lo que vale!... la única, si bien se mira.
Y pude dominar mi indignación, por respeto a las intenciones de mi madre, que no eran, que no podían ser las que cualquiera tendría derecho a leer en la letra descarnada de sus precedentes advertencias, encomios y recomendaciones; cualquiera menos yo, que conocía hasta qué punto cegaban a aquella señora las pompas y vanidades del mundo, y con qué facilidad transigía con los riesgos más graves, si la costumbre los autorizaba y si sus planes de bambolla los pedían. «¡Dinero, dinero a todo trance, y mundo esplendoroso en que lucirle! «Este venía a ser, en substancia, el objeto, el fin, la aspiración única, y hasta la religión de mi madre, y por eso, creyendo de buena fe que en ello trabajaba por mi felicidad, al ofrecerme por marido a don Mauricio, intentaba, con tan poca prudencia, desvanecer los escrúpulos que yo tuviera para aceptarle.
Palabra del Dia
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