United States or Jamaica ? Vote for the TOP Country of the Week !


¡Al fin! dijo el joven, al fin ha llegado el momento que yo esperaba con tanta impaciencia. ¡Tengo tantas cosas que decirle! ¿No quiere usted escucharme? No me mire con ese aire de altiva indiferencia; usted sabe bien que yo la amo. ¿Recuerda sus palabras, cuando me marché de Etretat? «En París, le diré si usted debe esperar...» Ya estamos en París, puede, pues, contestarme.

ABIND. Esos ojos, A quien por justos despojos Mil almas quisiera dar. ¿No respondéis? Culpa os doy, Lengua de fuego inhumano. No me miran como a hermano; No es posible que lo soy. Pues ¿preguntaré a la boca? Esta no dirá verdad, Cuando pura voluntad El instrumento no toca. Pues ¿a los tiernos oídos? Pero ya con escucharme, O pretenden consolarme O quitarme los sentidos.

«¡Pobre Flor de Río Negro! siguió diciéndose . Debo ir mañana á implorar su perdón, si es que se digna escucharmeEntró en la Presa ensimismado, dejándose llevar por el instinto de su cabalgadura; pero de pronto notó que ésta quería detenerse, y al levantar su cabeza se dió cuenta de que estaba ante la casa de la Torrebianca.

Llevaba vestido de corte, con ricas joyas, y su hermosura aparecía deslumbradora bajo la viva luz que la inundaba. El cenador no tenía más mueblaje que un par de sillas y una mesita de hierro como las que se ven en algunos cafés. No hable usted me dijo. No tenemos tiempo para ello. Limítese usted a escucharme, señor Raséndil. Escribí la carta por orden del Duque. Lo sospechaba dije.

¡Pero, por Dios, hija mía!... Tu vocación no la han hecho sino el desaliento y la desesperación... Arrastras aquí, al lado de tu falsa bienhechora, una existencia odiosa, sin esperanza probable de mejora... pero, ¿y si yo te trajera no sólo esa esperanza sino la certeza de un porvenir más dulce, más digno... un porvenir dichoso, en fin...? ¡Vamos! óyeme, escúchame... ya te he dicho que estoy encargada de una misiva para ti... ¿Quieres hacerme el favor de escucharme, repito?

Acercóse la duquesa y, antes de que abriese la boca, Felicita se le adelantó: Ya lo que me va a decir, señora duquesa. Lo y no quiero oír de fuera la acusación. Estoy convicta y confesa. Llévenme a la cárcel, denme vil garrote. Yo le he matado.... No delire, pobre mujer. Revístase de fortaleza para escucharme. Le traigo un manjar amarguísimo; pero con un granito de dulzura y de consuelo.

Afectando la más alta corrección, como la de apuesto caballero que asiste y corteja en un baile a gentilísima dama, bromeaba yo con mi tía: Señorita... ¡es usted encantadora! Dígnese usted escucharme. Ya no puedo, ni debo callar.... ¡Amo a usted!... ¡La adoro! La anciana reía, reía a su sabor, y contestaba a mis requiebros con frases entrecortadas, como si fuera presa de profunda emoción.

LEONOR. Manrique, espera... Partió sin escucharme... ¡Inhumano! ¿Por qué con delirio insano mi corazón le adoró? ¿Y es éste tu amor? ¡Ay! Ven... No burles así tu suerte, que allí te espera la muerte, y está en mis brazos tu bien. Ya no escuchas el clamor de aquella Leonor querida... ¡Gran Dios! Protege su vida, te lo pido por tu amor.

Quedito, muy quedito, temeroso de que alguno me oyera, decía yo el nombre de la dulce niña, como si ella estuviera cerca de y pudiera escucharme y fuese yo a decirle: ¡Angelina; te amo, te amo! ¡Ámame! ¿Eres desgraciada? Yo también soy desgraciado. Vivamos uno para el otro; seamos, como dice el poeta: Dos almas con un mismo pensamiento Y palpitando acorde el corazón.

Su vestido era de color oscuro, toda su persona tenía ese aspecto reducido, comprimido, disminuido, por decir así, de las personas que trabajan mucho sin moverse, y aunque estaba por encima de todo cansancio, estiraba los flacos brazos como un obrero adormecido entre dos tareas que se despierta al oír el canto de los gallos. Duerma me dijo. He abusado con exceso de su complacencia en escucharme.