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Actualizado: 7 de junio de 2025
Tú eres hoy la sirena del mar malayo, el hada rozagante que endechas quiere y vive de los astros al níveo rayo, cantando su amor puro que nunca muere. ¡Escúchame! En las rimas del bardo errante flamea el sacro fuego del sol de Oriente; deja que al son del arpa tu nombre cante, porque beses siquiera su mustia frente.
Si supieras todo lo que sufro y todo lo que he sufrido en estos días, pensando en mi maldad para contigo. Pero ya no volveré a cometer bajezas, Raquelita... Escúchame... te acuerdas cuando... murió papá... y cuando yo te pegué... cuando... No pudo continuar, se ahogaba.
Y el señor Aubry atraía hacia sí a Juan, con sus manos temblorosas. Escucha, voy a decirte el medio... ¡ah, ah! vas a quedar contento... escúchame... voy a darte el... ¡Ah, Dios mío!... Yo... ¿qué, qué? te daré... daré... mi querida hija... ¡sí, eso es!... ¡María Teresa a ti... a ti! tú trabajarás para ella, tú... para que sea siempre feliz... ¿Juan, Juan? promete... promete...
Adviértelo en tu casa del modo menos estrepitoso que puedas, y hazme el favor de mandar que venga un cura para confesarme... y por si no tengo tiempo para advertírtelo después..., escúchame ahora unos instantes... A pesar de las sangrías espantosas hechas a mi bolsillo por tu madre, todavía os dejo una gran fortuna, como veréis por el testamento cerrado, cuya copia hallaréis en mi pupitre.
10 Este Efrón habitaba entre los hijos de Het; y respondió Efrón heteo a Abraham, en oídos de los hijos de Het, de todos los que entraban por la puerta de su ciudad, diciendo: 12 Y Abraham se inclinó delante del pueblo de la tierra. 14 Y respondió Efrón a Abraham, diciéndole: 15 Señor mío, escúchame: la tierra vale cuatrocientos siclos de plata; ¿qué es esto entre mí y ti?
¡Dios mío! ¿Yo?, respondió Roussel con un horror sincero; he hecho cuanto he podido para reanimarte; ¿por quién me tomas? Vamos, pues; ahora debes estar calmada. Escúchame y verás las ventajas que estoy dispuesto á concederte. Nuestra enemistad es demasiado pública para que pueda cesar sin que demos una explicación del cambio. Esa explicación quiero que sea enteramente favorable para ti.
Sí, Juan, yo puedo ser tu patrón. Tengo una gran fábrica de cristales, y muchos obreros. Tú ya tienes edad bastante para comprender lo que te voy a decir; escúchame con atención. Yo he sido, como tú, un pobre niño desgraciado. Como tú, yo he tenido hambre, he tenido frío. Como tú, yo encontré un hombre que me socorrió.
» ¿Yo? ¡Si ya lo soy! ¿Me falta algo, por ventura? Usted me quiere como un padre; Magdalena y Amaury me quieren como una hermana: ¿qué más puedo desear? » Una persona que te quiera como esposa, Antoñita; y ya me parece que he encontrado esa persona. » ¡Tío! exclamó Antoñita con acento que parecía suplicarle que no prosiguiese. » Escúchame, querida sobrina, y ya responderás luego.
No llores dijo apeándole otra vez el tratamiento , no llores, regocijate, porque has vencido. ¡Qué mucho, si representas la ilusión más cara al hombre, la ilusión única que vale cien realidades, la ilusión que sólo se disipa en el regazo de la muerte! ¡La más tenaz e invencible de cuantas la naturaleza dispone para adherirnos a la vida y conservar nuestra especie! Escúchame.
¡Madre, madre, sálvame...! ¡Madre, escúchame! sollozaba Elena con la frente apoyada en el altar de la Virgen, mientras apretaba con mano crispada el pomo fatal que guardaba en el pecho. El templo quedó otra vez en silencio. Cuando Elena volvió de su éxtasis observó que el pelotón de niños salía por la puerta rodeando como antes a su marido.
Palabra del Dia
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