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Actualizado: 28 de junio de 2025


Ambos nos hallábamos profundamente conmovidos. Me senté para escribir el decreto que debía de entregarle, y dije: Apenas puedo escribir; la herida del dedo me impide todavía moverlo. Era aquella la primera vez que me arriesgaba a escribir, a excepción de mi nombre y a pesar de los esfuerzos que había hecho para imitar la letra del Rey, distaba mucho de la perfección.

Viéndole tan activo, tan solicito, tan poseído de su papel de amo, me acometió un deseo punzante, que con dificultad logré reprimir, de preguntarle: «Vamos a cuentas, amigo mío: yo no dudo que amases entrañablemente a tu padre; pero si por un movimiento libérrimo y absolutamente secreto de tu voluntad pudieses resucitarle para entregarle de nuevo ese título y esa gran fortuna que ahora posees, ¿lo harías? ¡No mientas! ¿lo harías...?» Después de esto le he tropezado muchas veces en sociedad, saludado, acatado por todo el mundo.

Díjole Almudena que él se hallaba en absoluta imposibilidad de favorecerla; lo más que podía hacer era entregarle las perras de la mañana, y por la noche lo que sacar pudiera en el resto del día, pidiendo en su puesto de costumbre, calle del Duque de Alba, junto al cuartel de la Guardia Civil.

Dicho esto, el Conde dió órdenes a sus criados, escribió a los jefes de la policía, tomó, por último, el sombrero, y ya se disponía a salir él también en compañía de Paco a buscar al desesperado marido de doña Beatriz, cuando le anunció su ayuda de cámara que un dependiente de uno de los juzgados de Madrid traía para él una carta que debía entregarle en propia mano.

Pero viéndole dudoso, con los ojos espantados aún, se levantó, teniendo la niña en los brazos, abrió la puerta y cambió algunas palabras con Jacoba que, en efecto, estaba allí. Después de entregarle la criatura y cerrar, volvió de nuevo a sentarse. ¿Cómo eres tan cobarde, di? No es cobardía repuso él ruborizado. Es que estoy siempre sobresaltado... No lo que me pasa... La conciencia quizá...

Lleno de rabia invoca entonces á los poderes infernales. Aparécesele el Demonio, y le promete su asistencia, con la condición de que se obligue á su vez á entregarle su alma, escribiéndolo así con su sangre. Don Gil firma el contrato; Satanás le presenta una mujer con la forma y las facciones de Leonarda; abrázala para poseerla, y descubre entonces que sus brazos estrechan á un esqueleto.

A Dios gracias no falta el pan, y los días de la vejez los tendré asegurados. Como es usted soltero replico el ayuda de cámara , no tiene que pensar en nadie. Pero yo tengo familia. Por eso pienso entregarle el dinero a ese buen señor que va a la Bolsa, y algo me producirá. Es una buena idea, señor Fernando dijo el marmitón . Cuando vaya usted, llévele mis cuarenta francos.

Era de Antonio Robledo, su amigo: le decía en ella lacónicamente que Soledad estaba en su casa y que hiciera el favor de entregarle al dador el baúl. No fué menudo el desengaño al leer la tal esquelita. En sus breves y sencillas palabras creyó notar un dejo de desdén, ó por lo menos indiferencia, que le irritó la bilis.

He consultado al chico de Bernueces, que es boticario y abogado... sin precisar el caso, por supuesto... y, la verdad, me decido a entregarle a usted los cuartos sin escrúpulos de conciencia.... , usted, el marido, es la persona legal y moralmente determinada, eso es, para recibir esta cantidad.... ¡Una cantidad! , señor, siete mil reales.

Es tan buena, que sobre serme fiel, tiene la costumbre de entregarme todos sus pensamientos para que yo los examine. ¡Ojalá pudiera yo entregarle los míos! Y ahora, cuando me traes esos absurdos cuentos, me veo tan por bajo de ella, que no puede ser más. misma me estás castigando con eso de decirme que mi mujer es como , o que en algo puede parecerse a ti.

Palabra del Dia

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