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Actualizado: 28 de junio de 2025
Aquel gitano del que todos se burlaban, mostrábase súbitamente agrandado por el dolor, y Salvatierra sentía la necesidad de entregarle su pensamiento, como si fuese un hermano. El rebelde también había sufrido. El dolor le hacía cobarde; pero no se arrepentía, ya que en la debilidad encontraba la dulzura del consuelo.
«¡Esta sí que era resolución firme! Iba a ser buena, buena, de Dios, sólo de Dios; ya lo vería el Magistral. Y él, don Fermín, sería su maestro vivo, de carne y hueso; pero además tendría otro; la santa doctora, la divina Teresa de Jesús... que estaba allí, junto a su cabecera esperándola amorosa, para entregarle los tesoros de su espíritu».
Volvió á recorrer la muerte tus ciudades y tus campos: volvió á estender de nuevo su fúnebre crespon sobre tu reino. Trémulo el-Khassem ante Yahhyay, se ofreció á compartir con él su imperio y entregarle por de pronto el gobierno de tu pueblo.
De esta suerte llegó hasta los veintiocho años, en que comenzó a frecuentar la casa de Quiñones, y su vida experimentó profunda trasformación. Eran las nueve de la mañana cuando el criado le despertó de un sueño agitado, incompleto, para entregarle una carta.
Cuando la muchacha, aturdida por este parloteo, y dudando si emplear sus ahorros en el gran remedio que le proponía para sujetar al novio infiel, acababa por entregarle dos reales, la gitana prorrumpía en lamentos y súplicas. Reina, añade aunque no sea mas que un realillo. ¡Con esa carita de clavel, y tan agarrá!
Cuando llegó el momento de entregarle la esquela del Conde y doblar ante él la rodilla, don Alonso sintiose temblar de la cabeza a los pies. El Rey leyó brevemente.
La cándida niña de Luzmela, con un espontáneo movimiento de humanidad, corrió a estorbarle el «suicidio», y aquella fué la primera vez que él miró a la muchacha con detención y de cerca. La encontró muy hermosa; toda su materia se estremeció, y al entregarle el cuchillo sin la menor resistencia le sobó las manos groseramente.
No debía ser turbado ni por palabra ni por ademanes que impidieran sentir los primeros goces del apaciguamiento. Pero muy luego Godfrey le tendió la mano, y al entregarle Nancy la suya, atrajo a su mujer hacia sí, y dijo: ¡Todo ha concluido!
Dejad, dejad a la miserable que triunfe, se goce y ufane con la suerte que Amor quiso darle en rendirle mi corazón y entregarle mi alma.
Decís que os encontráis en circunstancias especiales respecto á ese joven; mostráis repugnancia en entregarle vos misma esa provisión de capitán de infantería... ¿qué media entre vos y ese caballero?... ¿creéis que yo puedo tener derecho para haceros esta pregunta? Más que derecho, tenéis un gran interés en saber á qué ateneros respecto á ese caballero.
Palabra del Dia
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