United States or Yemen ? Vote for the TOP Country of the Week !


Sobre el sofá, media docena de figurines ostentaban en mentirosos colores esas damas imposibles, delgadas como juncos, tiesas como palos, cuyos pies son del tamaño de los dedos de la mano; damas que tienen por boca una oblea encarnada, que parecen vestidas de papel y se miran unas a otras con fisonomía de imbecilidad.

No, señores replicó el hombre de la ropilla encarnada, que acababa de apurar su segunda taza de chocolate, y que saboreaba en aquel momento el indispensable vaso de agua; no, señores; y si quieren conocer la causa de su elevación, yo la puedo decir, porque he sido testigo de ella. Es algún gran señor murmuraron en voz baja.

Abunda la ribera de lapas, y de una especie de conchas redondas, que por su delicadez prefieren á las primeras: ademas de este socorro se encuentran en los matorrales una frutilla encarnada. Es preciso tener gran cuidado con las corrientes, que son muy vivas, y las mareas suelen subir y bajar hasta doce horas.

Y para vencer toda vacilación en el ánimo del acobardado mancebo, aquella mujer, alma de demonio encarnada en la figura de un ángel, dió un salto como la pantera que se lanza sobre su presa y estampó un beso de fuego en los labios de Fortunato. La fascinación fué completa. Ese beso llevó a la sangre y a la conciencia del joven el contagio del crimen.

En un lado san Cristóbal sonreía con boca encarnada de una cuarta, partida por un plomo, al Niño de la Bola, que mantenía un mundo verde sobre su mano amarilla. En frente vio el Magistral el pesebre de Belén cuadriculado también por rayas opacas. Jesús sonreía a la mula y al buey en su cuna de heno color naranja. Don Fermín miraba todo aquello como por la primera vez de su vida.

Señor, sírvase usted ir al mostrador, y señalaba á un mostrador que estaba á la izquierda de la puerta principal, ocupado por dos señoras sentadas. Estas señoras eran las oficinistas. Me llegué á la que se hallaba más próxima á nuestra mesa, cogió la targeta sin mirar, sumó con la velocidad del relámpago, y estampó la suma y un sello con tinta encarnada.

Perla, al ver los rosales, empezó á clamar por una rosa encarnada, y no quiso estarse tranquila. Cállate, niña, cállate, dijo la madre encarecidamente. No llores, mi querida Perla. Oigo voces en el jardín. El Gobernador se acerca acompañado de varios caballeros. Cállate. En efecto, por la avenida del jardín se veía cierto número de personas con dirección hacia la casa.

Vestía chaqueta corta, sombrero cordobés de alas rectas, pantalón ceñido, faja de seda encarnada y camisa bordada con botones de diamantes: todo rico y esmerado, y mostrando no sólo un hombre bien acomodado, sino cuidadoso de su persona y quizá un poquito pagado de ella. ¿Y Joselillo? preguntó. Pues se fué hace ya bastante rato por unos frascos de ginebra y aún no ha venido. ¡Valiente niño!

Doña Juana se puso encarnada, hizo una profunda reverencia al duque de Gandía, y adelantó con menos apresuramiento hasta su padre, y se arrodilló y le besó la mano. ¿Te han dicho que no volverás al convento, hija? la preguntó el conde. , señor. ¿Y te pesa? No, señor. Dilo sin reserva, sin temor. Yo no tengo más voluntad que la de mi buen padre. Se trata de que cambies de estado.

Os aseguro que por interesante que sea para vos, señora, la más hermosa y más dura que conozco, lo que tenéis que decirme, os interesa más lo que yo voy á deciros. Como que se trata de vuestros amores. Púsose la joven vivamente encarnada y excesivamente seria. Antes, si érais fría como la nieve, teníais el alma blanca y pura como cuando érais piedra.