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Pero lo más singular de aquel singularísimo hombre era su vestido, a la manera de los de Carnaval, consistente en pantalones a la turquesca, atacados a la rodilla, jubón amarillo y capa corta encarnada o herreruelo, calzas negras, sombrero de plumas como el de los alguaciles de la plaza de toros y en el cinto un tremendo chafarote, que iba golpeando en el suelo, y hacía con el ruido de las pisadas un compás triple, cual si el personaje anduviese con tres pies.

Pero, gracias a su velocidad, el caballo se le adelantaba siempre y tomó bastante ventaja sobre él para que su dueño pudiera detenerse un momento ante el palco de la monja, y decirle: Por usted también, señora; pero esta vez en honor de esa boca encarnada, purpurina como el coral.

Pero su talento le sugirió la respuesta, y dijo que no tenía ni pizca de dolor, sino frío, y sin más explicaciones se volvió contra la pared, pegándose a ella como un engrudo, y haciéndose el dormido. Llegó por fin el día y con él la calma al corazón de Ido, quien se acicaló y se lavó casi toda la cara, poniéndose la corbata encarnada con cierta presunción.

Muy satisfecho el Conde de este plan, que le hace concebir las esperanzas más risueñas, se apresura á avisar á García la visita que le aguarda, advirtiéndole al mismo tiempo que no se por entendido de su aviso. Como García no ha visto nunca al Rey, el Conde le dice que lo conocerá por una gran banda encarnada de una orden de caballería que lo distingue.

Escuchándola, Ulises empezó á pensar qué hueso podría romperle un marino á un catedrático de retórica sin incurrir en responsabilidad. Un día, Cinta buscó por toda la casa un dedal opaco y gastado que le servía muchos años. De pronto cesó en sus rebuscas, se puso encarnada y bajó los ojos. Su mirada había encontrado la mirada fugitiva de su primo. Lo tenía él.

Después, rápido, se revolvió... y yo me estremecí a mi pesar... La segunda vez, me dijo con la misma voz, con la misma mirada, sonriéndome y saludándome con la mano derecha: Por usted también, señora, y en honor de esa boca encarnada, purpurina como el coral.

Se le ha propuesto dijo gravemente el hombre de la ropilla encarnada, pero ha rehusado... ¡Mozo: otra taza de chocolate! ¡El, ministro! exclamó el marqués de Priego en un acceso de ira, al cual el Duque de Carvajal se asoció fríamente por un movimiento de cabeza casi imperceptible; ¡él, ministro! Y, ¿por qué no?

En los movimientos nerviosos de su cabeza, dos o tres hojas de la rosa encarnada que llevaba prendida en el peinado, cayeron al suelo. Pedro las veía caer.

Es aficionadísimo a las agallas de pez-perro en salsa encarnada, a los nidos de golondrinas marinas, que tienen una substancia gelatinosa, pero insípida , a las lombrices saladas, a los renacuajos, a las ratas saladas, a los perros y, sobre todo, al trépang.

Una ropa corta de fino paño pasada por los hombros le cubría hasta la rodilla; las calzas eran a la francesa, que solían llamar de Francisco I, y las botas eran de gamito de Flandes: todo mostraba que venía del lado allá de Europa, y cuando no, bastaría a certificarlo su arpa pequeña que traía en la mano, y ayudando a sostenerla por los hombros con una banda encarnada.