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Actualizado: 28 de mayo de 2025


Eran hermosas de ver, en aquel domingo, en el cielo fulgente, la luz azul, y por entre los corredores de columnas de mármol, la magnolia elegante, entre las ramas verdes, las grandes flores blancas y en sus mecedoras de mimbre, adornadas con lazos de cinta, aquellas tres amigas, en sus vestidos de mayo: Adela, delgada y locuaz, con un ramo de rosas Jacqueminot al lado izquierdo de su traje de seda crema; Ana, ya próxima a morir, prendida sobre el corazón enfermo, en su vestido de muselina blanca, una flor azul sujeta con unas hebras de trigo; y Lucía, robusta y profunda, que no llevaba flores en su vestido de seda carmesí, «porque no se conocía aun en los jardines la flor que a ella le gustaba: ¡la flor negra!».

Ulises, con su elegante Mare nostrum, no podía luchar contra los capitanes septentrionales, alcoholizados y taciturnos, que aceptaban á cualquier precio el llenar sus buques sórdidos, emprendiendo una marcha de tortuga á través de los océanos. No puedo más decía con tristeza á su segundo . Voy á arruinar á mi hijo. Si me compran Mare nostrum, lo vendo.

La punta aguda, el cuerpo algo oblongo, la capa liada en elegante espiral, la tripa no tan apretada que no deje respirar el humo ni tan floja que el cigarro se arrugue al secarse, tales son las condiciones de una buena tagarnina. Amparo se obstinó todo el día en fabricarla, tardando muchísimo en elaborar algunas, cada vez más contrahechas, y estropeando malamente la hoja.

El santuario es un pequeño recinto heptágono con pavimento de mármol blanco, zócalo formado por siete grandes tableros de lo mismo, arquería ornamental, y bóveda tambien de mármol, labrada de una sola pieza en figura de concha, orillada de una elegante moldura.

Sobre el bureau está inclinado un caballero joven, delgado y más bien elegante, con el aspecto de un primer actor del Vaudeville: nariz roma, boca glotona, ausencia de cejas y calvicie agresiva. Este magistrado, poco decorativo, se levanta cortésmente e indica una silla Imperio que hay junto a su temible bureau. EL JUEZ. Es usted el señor Eloy Genvrain, diputado del Bajo Saona, ¿verdad?

La asiduidad que había demostrado durante los meses transcurridos, su empeño en obtener de ella palabras alentadoras, todo revelaba el proyecto que perseguía. Se interrogó. ¿Le gustaba? ¡Ah, ! Huberto era elegante, distinguido, diestro en todos los sports.

El torero ese artista de la muerte es donde quiera elegante, bello, magnífico en su clase. El actor, con raras excepciones, es plebeyo, bufon con brutalidad, y no sabe interpretar las nobles inspiraciones del poeta. El francesismo exagerado no produce en España sino caricaturas.

Era aplaudida por elegante, picaresca, graciosa y bonita, o por salir medio desnuda: todos decían al verla: «¡qué guapa!», rara vez la celebraban como artista. Harto lo comprendía ella, sin forjarse esas dañosas ilusiones con que el amor propio ciega y pierde a los vanidosos... y, además, recordaba que la única persona que había contribuido a promover estas ideas era Juan.

A lo mejor, en un hall de hotel, á la hora del , en un balneario elegante ó en un baile, dos señoras que acababan de reconocerse se examinaban en silencio las orejas ó el pecho, hasta que la más atrevida, enrojeciendo invisiblemente bajo sus coloretes, preguntaba con sencillez: «¿Ha conocido usted al príncipe Lubimoff?...»

Humilló los suyos don Custodio y pasó cabizbajo, confuso, aturdido en dirección al coro. Era gruesecillo, adamado, tenía aires de comisionista francés vestido con traje talar muy pulcro y elegante. El cuerpo bien torneado se lo ceñía, debajo del manteo ampuloso, un roquete que parecía prenda mujeril, sobre la cual ostentaba la muceta ligera, de seda, propia de su beneficio.

Palabra del Dia

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