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Actualizado: 28 de mayo de 2025


Si en Madrid se supiesen ciertos pormenores, si en rápida visión pudiesen ofrecerse a los ojos de la sociedad elegante algunas escenas por las que aquella altiva y encopetada dama pasó, pocos envidiarían su existencia. ¡Qué torturas, qué refinamientos de crueldad! A los cuatro o cinco años ya estaba obligada a ser la vigilante guardadora de otros dos hermanitos.

Que V. se estaba riendo de y sólo aparentaba quererme por divertirse un rato... Que cómo podía figurarme yo que un joven rico y elegante se había de casar conmigo... ¿Todo eso te han dicho? exclamó Miguel con sorda irritación. ¿Nada más?

Siempre me contradices, no por convicción, sino por hacerme rabiar. Dale a Dios el nombre que se dio él mismo; que nadie ha de ponerle otro mejor. Tenéis razón, madre dijo la condesa . Dejémonos de flaquezas, de lágrimas y de crímenes, y de términos retumbantes. Hagamos algo bueno, elegante y alegre.

Yo una elegante y fina Lafaucheux de dos cañones, canana correspondiente, cuchillo de monte, borceguíes de ancha y recia suela claveteada, polainas de cuero inglés, y todo el equipaje, en suma, de un cazador de figurín.

El acta fue redactada por su oficial mayor, revisada por los encargados de los negocios de ambas familias, y transcrita, por último, en un elegante cuaderno de papel timbrado, en el que no faltaban más que las firmas. Llegado el día, M. L'Ambert, esclavo de sus deberes, trasladose en persona al hotel de Villemaurin, a pesar de una persistente coriza que amenazaba saltarle los ojos de sus órbitas.

Esperó con paciencia en la sala a que nuestra amiga hiciese su toilette, y cuando ésta se presentó al cabo, vio delante de a un joven ruboroso, confundido, pero simpático y elegante, que la rogó con labio balbuciente le otorgase el favor de escuchar la lectura de un drama.

Es únicamente para hacer reír a usted... tía... ¡Mira que la cosa no me causa risa!... vamos, y la señorita de Chalvin... un poco aturdida quizás... ¡pero tan elegante, tan encantadora!

Fui a comprar un sombrero que había visto en un escaparate, muy adecuado para el sol y elegante; me afeité hasta dejar las mejillas suaves y tersas como las de un niño; también me puse un calzado de becerro, blanco, muy lindo; en una palabra: me preparé convenientemente para la gran batalla que por la tarde iba a librar.

Rosalía logró abrirse camino por entre el elegante gentío; pero no pudo llegar hasta donde estaba la marquesa, que se había encaramado en el presbiterio, cerca de los curas.

Si las fábricas y las clases trabajadoras sedentarias ocupan los arrabales, y la sociedad elegante está agrupada al derredor ó en las cercanías de los parques, así como en algunas grandes calles del centro, tales como la de Piccadilly y otras vecinas, el gran foco de los negocios y la actividad comercial se encuentran en los barrios centrales.

Palabra del Dia

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