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Actualizado: 12 de julio de 2025


Mientras don Mariano se desvelaba recordando las gracias y donaires de Coca, Coca conversaba largamente con Laura sobre don Mariano. Las dos hermanas dormían en la misma habitación desde que muriera su madre. Y, una vez apagadas las luces, antes de dormirse, aprovechaban ese momento de silencio e intimidad para hacerse sus inocentes confidencias y comunicarse sus temores y esperanzas.

Ojeda, que empezaba a dormirse, dio algunas vueltas en su nebuloso pensamiento a la vulgarizada frase del dramaturgo escandinavo. Siempre que una contrariedad amorosa le impulsaba a separarse de una mujer, se decía lo mismo: «El hombre aislado es el más fuerte...». ¡Ay! Fácil era aislarse cuando el organismo parece crujir de fatiga y la hartura quita todo encanto a las tentaciones.

Ya está mejor; ha acabado por dormirse a fuerza de llorar; ahora descansa muy tranquila, y su respiración es profunda. Me he dejado estar un momento junto a la cama contemplándola. ¡Estoy muy desconcertado! Hasta ahora siempre he visto claro en su alma infantil, como en un espejo... y de repente... ¿Qué será esto?

El botón de nácar, al cual se adhería un jirón de tela y que se había quedado en el ojal, era lo único que indicaba que, antes de dormirse, la joven había debido ser presa de una violenta agitación. Duermes, tesoro mío, dime que duermes, dijo la señora Hellinger sollozando. Dime que no has hecho semejante afrenta a tu tía, a tu querida tía que te ha criado y cuidado como a su propia hija.

Los socios arrancaban las hojas o se llevaban papel y hierro. Se resolvió últimamente dejar los periódicos libres, pero ejercer una gran vigilancia. Era inútil. Don Frutos Redondo, el más rico americano, no podía dormirse sin leer en la cama el Imparcial del Casino. Y no había de trasladar su lecho al gabinete de lectura. Se llevaba el periódico.

Para esto hubo de adoptar postura violenta, haciendo almohada de sus brazos, cruzados sobre el respaldo, y al dormirse se le quedó colgando la cabeza, de lo que le sobrevino un tremendo tortícolis a la mañana siguiente. Al amanecer de Dios, vencida del cansancio Doña Paca, se quedó dormidita en un sillón. Hablaba en sueños, y su cuerpo se sacudía de rato en rato con estremecimientos nerviosos.

¡Vamos! ¡Pie a tierra! dijo Divès a sus hombres ; no hay que dormirse. ¡Aquí un cartucho! ¡Una bala! ¡Ahora, estopa! Nosotros somos los que vamos a limpiar el camino. ¡Cuidado! Los contrabandistas se colocaron en posición, y el fuego continuó contra los uniformes blancos con entusiasmo. Las balas atravesaban de una punta a otra las filas enemigas.

Pero la señora tardó en dormirse, y la criada también, pasándose parte de la noche en la preparación mental de sus planes estratégicos para el día siguiente, que sería, sin duda, muy dificultoso, si no tenía la suerte de que D. Carlos le pusiera en la mano una buena porrada de duros... que bien podría ser.

Acostumbrado, además, Perícles a la concisión en el narrar de tantas y tan bellas fábulas, leyendas y tradiciones de su patria, yo apostaría mil contra uno a que no sufriría con paciencia, sin bostezar y sin dormirse, las pesadísimas e interminables descripciones de una novela de Zola.

El silencio nocturno, cortado por relámpagos de ruido, era igual al de una fábrica. Cuando Fernando empezaba a dormirse, reanudábase de pronto el rodar de las maquinillas acompañado del griterío de los obreros ocupados en la descarga. El buque no podía zarpar hasta después del amanecer. Aguardaba el capitán a que subiese la marea para remontar el río.

Palabra del Dia

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