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Actualizado: 12 de julio de 2025


Para no dormirse, leía a la luz de su linterna los libros que podía encontrar en las Claverías: fríos tratados de Historia, en los que la Providencia desempeñaba el principal papel; vidas de santos, que le divertían por su crédula sencillez, rayana en lo grotesco, y aquel Quijote de los Luna que tantas veces, había deletreado de pequeño, y en el cual creía encontrar algo de la frescura de la niñez.

En cuanto a que aquí levanten la cabeza, demasiado comprende usted que no es posible, porque cuentan con muy pocos elementos..., y eso que bien lo trabajan. ¡Ya lo creo que lo trabajan! Hay que estar prevenidos... y no dormirse... Y en último resultado, más vale pájaro en mano... Pero dígame usted, don Mariano, hablando de otra cosa, ¿han terminado ya de arreglar las cocheras?

Era una novela francesa que no pudo tener en las manos porque Ventura se apoderó de ella al instante y se fué a su cuarto. No le cupo duda de que el libro traía entre sus páginas alguna carta. Se propuso entonces no dormirse aquella noche y saber de una vez la verdad. Después de comer cosió un rato mientras Ventura leía a la luz del quinqué.

A ella le era muy difícil representar y fingir, por lo que su tormento se crecía considerablemente. «No podré, no podré pensaba al dormirse hacer esta comedia mucho tiempo». A la madrugada despertó después de un profundísimo y reparador sueño, y entonces le dio por llorar, haciendo cálculos, representándose con gran poder de la mente escenas probables, y condoliéndose de no poder ver a su amante a todas horas.

Al quedarse solo encendió otro cigarro, adoptando en su sillón aquella inmovilidad en la que parecía soñar con los ojos abiertos. Sánchez Morueta no supo ciertamente si llegó á dormirse. Era un sopor dulce que no le hacía perder de vista cuanto le rodeaba. Pero en esta actitud, el tiempo transcurría para él inadvertido, y sentía el bienestar del que en nada piensa.

Justamente él, en los ratos que dejaba la flauta y no podía ver a Serafina, y su mujer no le necesitaba, y, sobre todo, en la cama, antes de dormirse, consagraba no poco tiempo a meditar sobre el gran problema de lo que seremos por dentro, por dentro del todo; y tenía acerca de la realidad del alma ideas muy arriesgadas y que creía muy originales.

Por la mañana, en efecto, entró en el cuarto donde Herminia había acabado por dormirse con un sueño febril y puso una carta sobre la mesa, diciendo: Lee y añade lo que quieras.

Daos prisa más bien a imaginaros lo que no digo de la voluptuosidad y belleza de las mujeres que nacen bajo un cielo de fuego, y que, desfallecidas, van a la siesta a reclinarse muellemente bajo la sombra de los mirtos y laureles, a dormirse embriagadas por las esencias que ahogan al que no está habituado a aquella atmósfera.

Acabó Gillespie por dormirse con ese sueño pesado y profundo, de una densidad animal, que sólo conocen los hombres cuando están en vísperas de un peligro de muerte. Le pareció que este sueño y la misma noche sólo habían durado unos minutos. Una impresión cáustica en la cara y en las manos le hizo despertar. Era la caricia del sol naciente.

Por la noche, cuando vio a su madre dormirse con un sueño tranquilo, reparador y poblado de ensueños felices que hacían dibujarse una fugitiva sonrisa en sus descoloridos labios, Julieta se sentó ante el escritorio de plata con las iniciales de Blanca, y, dejando rebosar su alma henchida de gratitud, escribió largamente a su amable discípula.

Palabra del Dia

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