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Actualizado: 1 de junio de 2025
Y volvieron a oírse los desesperados gritos del Pituso, y Guillermina no disimulaba su impaciencia y zozobra. «Ya se ve, la pobre criatura tiene ganita... ¡Cuidado que levantarse antes de tiempo y plantarse en la calle...! Le digo a usted que le pegaría...». Maximiliano callaba, no quitándole los ojos a la santa, a quien nunca había visto tan de cerca.
Los amigos de la casa, hasta Marta y hasta las de Ferraz, cada cual según su género, hablaban con Gaetano del incidente de Emma con frases maliciosas, con sonrisas medio dibujadas; y Minghetti disimulaba mal la molestia que le causaba la conversación. «¡Qué discreto!», decían todos. «Así hacen siempre los Tenorios verdaderos, los afortunados de veras». Nadie había podido sorprender en Minghetti el menor gesto, siquiera, de jactancia.
Añádase á lo expuesto el desdén que sienten hacia el teatro, y que Honorato de Balzac no disimulaba, y se comprenderán sus frecuentes fracasos. Al teatro hay que ir «por amor», por vocación respetuosa, no por bastardo prurito de lucro y granjería.
Hubo una pausa larga, durante la cual Tomás ardía en curiosidad de saber en qué pararía aquello, aunque lo disimulaba perfectamente.
Tocóle la vez de enfurecerse a Isabel Mazacán, y mientras el viejo Butrón disimulaba un repentino sobresalto, como si juzgase aquel nombramiento cosa de grave peligro, dijo ella muy contrariada por el fiasco de su noticia: Pues, señor, ¡me pasmo de su pasmo de ustedes!... ¿A qué viene ese espanto?... ¿Acaso Curra ha tenido alguna vez vergüenza?
Poco a poco había ido adivinando, con precoz instinto, que el conde la quería más que los otros y que disimulaba. Ella también adoptaba, siguiendo el ejemplo, una actitud indiferente cuando se acercaba a él en público. Pero cuando estaban solos, entregábase con el mismo entusiasmo a las expansiones del cariño, y esto sin saber por qué, sin darse cuenta de lo que hacía.
Nada más que en la dulce mirada de admiración y de gratitud que dirigía a su señor y dueño mientras él se retorcía el bigote escuchando con aparente deferencia la interminable arenga del cura, se veía el don absoluto y gozoso de su persona, de su vida y de su alma. La de Candore, en el colmo de la dicha, disimulaba su satisfacción bajo una impasibilidad convencional.
Y con su suave acento y sus modestos meneos disimulaba y contenía el impulso feroz que hace a la gata rabiosa tirarse a los ojos del contrario; diose al fin Currita por satisfecha y marchóse, dejando a su parecer a la dama duende confundida y humillada.
El capitán disimulaba su turbación apartando la vista y poniéndose aún más rígido dentro de su metálico coselete. ¡Si no estuviese de servicio!... Alguno más audaz atravesaba la calle para colocarle el vaso bajo la cascada de plumas, queriendo tentarlo con el perfume; pero el incorruptible centurión se echaba atrás, presentando la punta de su espada. El deber era el deber.
Y ella no disimulaba su barbarie; por el contrario, manifestaba con graciosa sinceridad sus ardientes deseos de adquirir ciertas ideas y de aprender palabras finas y decentes. Cada instante estaba preguntando el significado de tal o cual palabra, e informándose de mil cosas comunes. No sabía lo que es el Norte y el Sur. Esto le sonaba a cosa de viento; pero nada más.
Palabra del Dia
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