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Varias veces intentó introducir su caballo entre las cabalgaduras de los dos, dando fin de tal modo al diálogo; pero Elena le detenía siempre con un gesto de contrariedad. Al ver que ella continuaba su conversación con Manos Duras, se volvió hacia Moreno, necesitando manifestar á alguien su enfado. Ese gaucho es un atrevido, y habrá que darle una lección.

Mientras allí la juzgaban indiferente al peligroso diálogo, ¡qué admirables observaciones, qué exactos juicios le sugeriría semejante escena! Su talento y alto criterio dominarían sobre las pasiones, los errores y las querellas de la histórica familia como el sol inmutable sobre la volteadora tierra.

Se sentó Fray Miguel en la silla en que también se había sentado la primera vez, y diciendo, tengo que hablarte, excitó por señas al Padre Ambrosio a que tomase asiento. El diálogo que hubo entre ambos, y que Fray Miguel comenzó, requiere capítulo aparte. ¿Qué delirio es el tuyo? dijo el Padre Ambrosio . Me pasma que hayas venido a verme.

Muévese todo con celeridad arrebatadora; suprímense por completo los largos discursos; el diálogo es rápido y de acritud casi epigramática. La exposición del asunto no se hace por relación de algún personaje, sino que forma parte de la acción en las primeras escenas.

Pero, ¿cómo sabía don Rodrigo que doña Clara tenía el tal lazo?... El padre Aliaga, que escuchaba en silencio y con la cabeza baja este diálogo, oraba en el fondo de su alma porque la reina saliese bien del atolladero en que se había metido; la reina, sin embargo, no demostraba la menor turbación.

Como si la hechicera hubiese leído los pensamientos del ministro, se detuvo ante él, fijó las miradas astutamente en su rostro, sonrió con malicia, y, aunque no muy dada á hablar con gente de la iglesia, tuvo con él el siguiente diálogo: De modo, Reverendo Señor, que habéis hecho una visita á la selva, observó la hechicera inclinando su gran peinado hacia el ministro.

Baste de introducción y empiece el diálogo. El arrogante D. Valentín habló primero y dijo: Vamos, hombre; confiese usted que no hemos debido sufrir tantas ofensas y amenazas de intervenir con las armas en nuestras discordias civiles; jactanciosa seguridad de acogotarnos en un dos por tres, derrotando nuestro ejército y echando á pique nuestra flota; y envío incesante de aplausos á los insurrectos, de insultos feroces á los leales, y de armas, municiones, dinero, víveres y toda clase de auxilios á los que devastan, incendian, saquean y destruyen la riqueza de Cuba, para pedirnos luego indemnización por los mismos estragos y ruinas, que sin el favor de los yankees jamás se hubieran causado.

Körner se acercó al piano y habló en inglés con Serafina; en aquella sazón llegaban Mochi y Bonis del brazo junto a la plataforma, y gracias al carácter expansivo de Minghetti, que medió en el diálogo, y al reconocimiento de Mochi con respecto a Bonis y todos los suyos, y a la habilidad políglota de Körner, pronto hablaron todos juntos, con entusiasmo, mezclándose el inglés, el alemán, el italiano y el español; y Marta estrechó la mano de la cantante, y esta, con una audacia y una gentileza que pasmaron a Bonis, oprimió con fuerza y efusión los dedos flacos de Emma.

La fábula y el orden de las escenas, casi en todo, concuerdan, sin duda, con las de Calderón; pero el diálogo, los versos y la dicción dramática son enteramente diversas, y del estilo, más sencillo, de Lope.

Por fin, había logrado formular un diálogo con Clara. La primera vez que pudo hablar con ella un cuarto de hora seguido, se mostró muy enojado. ¿Enojado? ¿Porqué? Después empezó á darle las gracias. ¿Las gracias? ¿Por qué? Después le pidió perdón. ¿Perdón? ¿De qué? Y acto continuo le dijo que se iba á volver loco. ¿Loco?... Su andar era errante.