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Actualizado: 7 de julio de 2025
Un rugido de D. Primitivo les obligó á interrumpir el diálogo. Extático, con los brazos cruzados sobre el pecho, contemplaba sin pestañear un cuadro de lechugas, mientras los compañeros le miraban sin comprender el motivo de tal sorpresa. Al fin, después de largo silencio, exclamó con voz ronca: ¡Si no lo viese por mis ojos, nunca lo creyera!
Con estos datos no se extrañará ya que mis dos vecinas, después de apostrofarse recíprocamente, como lo hacen en la primera parte del diálogo transcrito, puedan hallar ofensivo á su dignidad el ser callealteras ó el dejar de serlo. Y prosigamos.
Temíamos que, renunciando el pintor a casi todas sus ventajas indiscutibles, al paisaje, al diálogo, al provincialismo, a lo más enérgico y característico de su manera, renunciase por el mismo hecho a sus mayores triunfos.
Más avanzado estaba este original diálogo, cuando un ayudante se presenta, y dirigiéndose a uno de los interlocutores: Mi general le dice... ¡Mi general!... repite el andaluz abriendo un palmo de boca . Pues qué... ¿vos sois el general?... ¡Canario!
No sabemos si fué efecto de la casualidad ó si lo hizo de intento; pero es lo cierto que, contra su costumbre, tenía simplemente la cabeza cubierta con un pañuelo, y que durante el diálogo sus magníficos cabellos, tesoro disimulado por el misticismo, se desataron y cayeron gradualmente por la espalda.
Pareciome no tener todo el buen humor que en otros tiempos le había visto; no sé si me buscó él a mi, o le busqué yo a él; sólo sé que a pocos minutos paseábamos el salón de bracero, y alimentando el siguiente diálogo: ¿Tú en el mundo? me dijo.
Alguna gente que pasaba volvía la cabeza, para oír el diálogo en irritada voz y extranjero idioma. Estamos dando espectáculo dijo Miranda . Vente. Internáronse por callejuelas excusadas, y guardaron silencio elocuente por espacio de algunos minutos. ¿Para quién era esa carta? interrogó al cabo el marido en voz breve. Para Don Ignacio Artegui contestó Lucía en tono reposado y firme.
El calor y la pulsación precipitada de la mano de Clara, que tenía entre las suyas, le indicaron que la fiebre aumentaba, tal vez por la agitación de aquel diálogo, en que él había puesto toda su elocuencia, y ella toda su sinceridad. Es preciso cuidarte mucho dijo Lázaro. Sí contestó ella; quiero vivir. #El gran atentado#. Por la tarde llegó un médico enviado por Bozmediano.
Los cuales, en el mismo punto, siguiendo el antiguo precepto que obliga a todo pastor a estar enamorado y a toda pastora a mostrarse esquiva, comenzaron su diálogo, donde las quejas amorosas y los tiernos lamentos de él contrastaban con las indiferentes carcajadas de ella.
El anciano, así insultado, expresa en frases entrecortadas su dolor por el desamparo en que lo dejan sus años, y la sed de venganza que arde en su pecho. Toda la escena es un modelo en su clase, y el diálogo de extraordinaria vivacidad.
Palabra del Dia
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