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Actualizado: 7 de julio de 2025
Mientras aguardábamos la salida, nuestras lenguas no estaban ociosas, y, aunque Marijuán me entretenía por un lado con sus donaires y chuscadas, por el otro era de tanto interés un diálogo entablado entre Santorcaz y D. Diego, que a las palabras de éstos dirigí toda mi atención. No puedo menos de copiarlo íntegro y tal cual lo oí, por si mis lectores quieren meditar un poco sobre el mismo tema.
Hizo un ademán como si buscase el pañuelo en su bolso de mano. Miguel se acordó de aquel joven que Castro había visto en los últimos años al lado de Alicia. Tal vez era éste el que provocaba su emoción y le impedía hacer el viaje. «¡El amor! se dijo mentalmente . ¡El amor, cuando ya ha pasado la juventud!» Quiso torcer el curso del diálogo, y le preguntó por el duque de Delille.
Y del Espíritu Santo prosiguió el padre; apéense y hablaremos. Aquí empezaron a aparecer algunos facciosos y alborotados, con un Carlos V cada uno en el sombrero por escarapela. Nada entendía a todo esto el francés del diálogo; pero bien presumía que podía ser negocio de puertas.
Auto dos Reis Magos. 4. Auto da Sibila Casandra. 5. Auto da fé. 6. Auto dos quatro tempos. 7. Auto da Mofina Mendes. 8. Auto pastoril portuguez. 9. Auto da Feira. 10. Auto da Alma. 11. Auto da barca do Inferno. 12. Auto da barca da Gloria. 14. Auto da historia de Deos. 15. Diálogo sobre á Resurresçao. 16. Auto da Cananea. 17. Auto de S. Martinho.
El molinero y el arroyo comienzan su diálogo melancólico; el arroyo quiere consolar al molinero, pero éste no conoce más que una sola quietud, un solo reposo: ¡Ay! querido arroyuelo; tu intención es buena... Pero ¡ay! ¿sabes tú acaso el mal que el amor hace?
No lo creo, y los términos mismos del corto diálogo, que ha modificado súbitamente la naturaleza de nuestras relaciones, parece hablaran en favor de mi reserva.
Al pensar esto, un sudor frío le subió por la espina dorsal.... Recordó, en síntesis de dos o tres frases, el diálogo que aquella misma noche había sorprendido: el de Nepomuceno con Marta. ¡Oh! ¿Sería sino de los Reyes? ¡Nacía uno más... y... nacía en la ruina! ¡Estaban arruinados, o iban a estarlo muy pronto; eso había dicho el tío, que sabía a qué atenerse!
La égloga primera de Encina, representada, según dice su título, en la noche de Navidad, es un diálogo sencillo entre dos pastores, sin relación inmediata con el objeto de la fiesta, aunque uno de ellos dirija á la duquesa de Alba algunas estrofas en nombre del poeta acerca del nacimiento de Cristo. Más vida ofrece ya la segunda.
El enredo también, con caracteres que sirven para su efecto, ofrece situaciones de las más divertidas: ambas están sazonadas por una gracia inagotable, y el diálogo es de una animación singular.
Su lenguaje llama particularmente nuestra atención. Quizás ningún otro poeta cómico del mundo ha sido tan feliz en conciliar la dignidad poética con la viveza y animación del diálogo.
Palabra del Dia
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