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Actualizado: 22 de mayo de 2025
Y las noches que se queda en casa muy pocas yo sé por qué se queda. ¡Ah, le conozco! Pero casi siempre se marcha. ¿Y a dónde va? Dice que al Jockey; pero ¡quién sabe a dónde irá! Y esto es lo que me mortifica y me desespera. ¿Pero tú no tienes medios de saber si realmente va o no va al Jockey? ¿Para cuándo está el teléfono? El teléfono es el mejor fiscal de los maridos distraídos en devaneos.
El hombre montó en cólera, y mirando con furor á la huérfana, que estaba temblando, gritó: ¿Qué flores son estas? ¿Quién te ha mandado comprar estas flores? Clara, ¿qué devaneos son estos? ¡Coqueta! No hay ya remedio. Te has echado á perder. ¿También quieres llenarme de flores la casa? Clara quiso contestarle; pero aunque hizo todo lo posible, no le contestó nada.
Dando ya por supuesto que iba a quererle y a casarse, mi padre me habló de intereses; me dijo que era muy rico y que me dejaría mejorado, aunque tuviese varios hijos más. Yo le respondí que para los planes y fines de mi vida necesitaba harto poco dinero, y que mi mayor contento sería verle dichoso con mujer e hijos, olvidado de sus antiguos devaneos.
No le quedaba ya, y eso por poco tiempo, más que los devaneos vulgares, insulsos, de los tenorios aristócratas, iguales unos a otros en sus gustos, en sus palabras y en su inaguantable vanidad. ¿Qué relación podía ya existir entre aquel niño y ella, como no fuese la de madre a hijo? Estas reflexiones labraron una arruguita en su frente, la arruga de los instantes fatales.
Lope de Vega, voto de calidad, pues fué un Don Juan efectivo, lleno de devaneos y tormentosas pasiones, nos dice en unos versos de su comedia «El mayor imposible», estas palabras razonables sobre la exaltación amorosa: «Que muchos que se han casado Forzados de un amor loco, Suelen después hallar poco, De lo mucho que han pensado.» ¡Cariño, cariño, dulcísimo y solidísimo sentimiento!
Y sin que refrenase su dolor la inquebrantable fe religiosa que daba vigor a su alma, la joven condesa, lloró durante meses a su difunta madre sin hallar consuelo, y olvidada casi de cuantos devaneos, ilusiones y esperanzas habían poetizado su solitaria existencia en aquellos últimos tiempos. Poldy, sin embargo, aunque no se consoló, hubo al cabo de serenarse y calmarse.
Solitario el sitio, y la hora a propósito, me dejaba ir en alas de mis devaneos, cuando una voz cercana a mí en extremo, me sacó de mis ensueños, diciéndome: "¿Eres valiente? ¿Quieres hacer fortuna?..." Volví los ojos y me encontré a dos pasos con un soldado de más que alta estatura, con morrión de cresta, con gola y vestes azules, con el rostro no desagradable, pero pálido y ceniciento, y con la voz, si bien honda y tristísima, nada desapacible.
De este modo no fué posible a Lope imponer una alta significación a su vida: enamorado perenne, no pudo, sin embargo, crearse un amor digno de inmortalidad, como los de Dante o Petrarca, sino que permaneció siempre en un bajo terreno de sensuales devaneos: hombre de mundo, no supo labrarse una posición independiente, y es triste ver sus regias facultades empleadas en mendigar favores del Duque en tantas de sus cartas.
Para ella fué una resurrección de las impresiones dulces de la adolescencia maduradas de pronto, transformadas en felices realidades. Hasta entonces los devaneos que había tenido se parecían unos a otros tanto, que ya desde el comienzo llevaban dentro un germen de aburrimiento.
Hastiada de los devaneos cortesanos, encontraba vivo atractivo en ser adorada de aquel modo frenético y mudo, en desempeñar el papel de diosa. Una mirada suya hacía empalidecer o enrojecer a aquel niño; una palabra le alegraba o le entristecía hasta la desesperación. Raimundo iba al Real todas las noches que le tocaba el turno a Clementina.
Palabra del Dia
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