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Actualizado: 22 de mayo de 2025


Estaba escrito, no obstante, que pocos días antes de salir el cuarto número de La Abeja estallaría una furiosa borrasca entre los campeones infatigables de la cultura patria. Las más grandes empresas, las obras más altas y portentosas pueden venir al suelo por livianos motivos. Troya pereció por los devaneos de un petimetre: La Abeja por una disquisición histórica.

Porque la cosa era grave... ¡Un hijo del Delfín! ¿Sería verdad? Virgen Santísima, ¡qué novedad tan estupenda! ¡Un nietecito por detrás de la Iglesia! ¡Ah!, las resultas de los devaneos de marras... Ella se lo temía... Pero ¿y si todo era hechura de la imaginación exaltada de Jacinta y de su angelical corazón? Nada, nada, aquella misma noche al acostarse, le había de contar todo a Baldomero.

Yo te quería ya, yo te amaba siempre, a pesar de mis devaneos. Pero ahora te adoro, ahora soy tu esclavo. Esta deuda es sagrada, es doble; deuda del corazón y deuda de bolsillo. Te pagaré religiosamente. ISIDORA. ¡Pagarme! ¡Ay! Yo no cobro nunca. Mis manos no nacieron para eso. Si en algo estimas el beneficio que de has recibido, ya sabes la recompensa que quiero.

Cuando yo me impacientaba y desesperaba viendo a mi hijo sin ocupación, y sin objeto, vagando de un país a otro para distraerse en vanas inutilidades o en devaneos perjudiciales, he aquí cómo esta misma Providencia nos presenta de pronto y como de la mano, a esa extranjera que parece ser una mujer perfecta, y capaz de contener su alma dentro de la felicidad que proporciona una vida honrada. ¿Qué resultará de todo esto?

El motivo de la ruina, según opinión de todos los amigos de la familia, fue la mala conducta de la esposa de Nicolás Rubín, mujer desarreglada y escandalosa, que vivía con un lujo impropio de su clase, y dio mucho que hablar por sus devaneos y trapisondas.

Y mido la noche, y estoy harto de devaneos hasta el alba. 5 Mi carne está vestida de gusanos, y de terrones de polvo; mi piel hendida y abominable. 6 Mis días fueron más ligeros que la lanzadera del tejedor, y fenecieron sin esperanza. 9 La nube se acaba, y se va; así el que desciende al sepulcro, que nunca más subirá; 10 no tornará más a su casa, ni su lugar le conocerá más.

El pobre hombre, canijo y encogido, adoraba la fuerza, la arrogancia, los uniformes vistosos, y al recordar que el iniciador de la Orden había sido soldado, sonreía con cierta malicia, como si pensase en los devaneos y buenas fortunas de los hombres de guerra, de las cuales alguna habría tocado al santo, cuando aún no pensaba en serlo.

Pero tales devaneos quedaban en el secreto; el miedo al quefe ahogaba la murmuración y como además costaban poco dinero, doña Bernarda no se daba por enterada. No amaba a su marido: tenía el egoísmo de la señora campesina que considera cumplidos todos sus deberes con ser fiel al esposo y ahorrar dinero.

Poco después viene el Príncipe, lisonjeándose de encontrar á su amada, y entregarse á sus apetecidos y risueños devaneos.

Lo último que debí perder eran los tímpanos... Porque todavía alcancé a escuchar la furibunda voz con que clamaba Nanela: ¡Tucker, el demonio de Tucker tiene la culpa! Por no fijarse en las coqueterías y devaneos de su mujer, el pobre Marcos Ruiz tenía fama de zonzo. Pero más zonza era ella, Currita, pues que, siendo en realidad una buena muchacha, hacía lo posible para no parecerlo.

Palabra del Dia

ancona

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