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Al día siguiente comía en casa de mi tía Medea con don Benito y mi tío Ramón. Hacíamos la crónica del baile antes de sentarnos a comer, pero, al ocupar nuestros asientos, la conversación varió de tema. Mi tía había tenido aquel día una furibunda reyerta en su Sociedad Filantrópica a propósito de no qué bazar en que sus colegas se habían permitido prescindir absolutamente de ella.

Era probado: Siempre que su marido estaba por las noches muy dado a la somnolencia espiritual, al día siguiente le entraba la desconfianza furibunda y la manía de que todos se conjuraban contra él. Poco después de esto, dijo Maxi que se quería acostar. Fortunata encendió luz, y él fue hacia la alcoba, arrastrando los pies como un viejo.

Fue que compuso un Discurso apologético macarrónico sobre un suceso público de la más alta importancia en aquellos días, y lo hizo con tan gracioso desparpajo, tanta donosura en los disparates, tan grande agudeza en lo descriptivo y tan furibunda intención en la sátira personal, que la composición produjo en el colegio un verdadero escándalo.

Lancé una mirada furibunda a Alejandro por aquella falta de respeto y con toda la energía de mis dedos volví a parar a mi capitán sobre el campo de acción; pero Alejandro, con una pasión pueril y tenacísima, volvió a sembrar la muerte y la desolación en mi campo por medio de un nuevo pelotazo que dirigió contra mi ejército.

Lo último que debí perder eran los tímpanos... Porque todavía alcancé a escuchar la furibunda voz con que clamaba Nanela: ¡Tucker, el demonio de Tucker tiene la culpa! Por no fijarse en las coqueterías y devaneos de su mujer, el pobre Marcos Ruiz tenía fama de zonzo. Pero más zonza era ella, Currita, pues que, siendo en realidad una buena muchacha, hacía lo posible para no parecerlo.

«Puerca, fantasmona, mamarracho gritó doña Lupe destruyendo con manotada furibunda todos aquellos perfiles que la chiquilla había hecho en su cabeza . En esto pasas el tiempo... ¿No te da vergüenza de andar con la ropa llena de agujeros, y en vez de ponerte a coser te da por atusarte las crines? ¡Presumida, sinvergüenza! ¿Y la cartilla? Ni siquiera la habrás mirado... Ya, ya te daré yo pelitos.

Pero yo le eché una mirada tan furibunda que la pobre mujer, aterrada, cambió instantáneamente de expresión, y con la viveza y la astucia que caracterizan a andaluzas, dijo con perfecta naturalidad: Uté dispense, señorito... Le había confundío con don Celipe el inpetor del taller de pitiyo.

Es que para ser celoso se necesitan buenos pulmones. Cayose más bien que se sentó en una silla, y su mujer y Patricia acudieron a él creyendo que le daba algún accidente. No podía hablar y se golpeaba la cabeza con los puños. Cuando su mujer se quedó sola con él sintió Rubín que aquella furibunda cólera se trocaba en un dolor cobarde.

No te metas, Ramón, en lo que no sabes contestaba mi tía furibunda. Vean ustedes, señores: llevar hombres jóvenes a las cámaras sería nuestra perdición. La juventud del día no tiene talentos prácticos; ¿cómo quieren ustedes que los tenga? ¡Le da por la historia y por estudiar el derecho constitucional y la economía política en libros!

La aludida en ellas desaparece también, metiéndose furibunda por lo más espeso de la columna de humo que sigue saliendo de la cocina después de haber despedido á su suegra con estos piropos: ¡Bruja, brujona!...; vaya á discurrir los cuentos que le ha de decir al mi marido...; ¡chismosa, infamadora!