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Actualizado: 24 de julio de 2025


Había que resignarse y no hacer un desaire a los señores de la casa. Y a los pocos minutos ya estaban amigablemente en torno de la mesa, con el mantel cubierto de migajas de bizcocho, las jícaras de chocolate vacías y clavando barquillos en las entrañas de los sorbetes.

Supongo será esto porque, como los indios son tan rudos, no piensen es desaire que se les hace, o que el teniente, en ausencia del gobernador, le usurpa aquel honor; en fin, ello así se practica. A los cabildos da la paz un acólito, y el cura les da el agua bendita a la puerta de la iglesia los días más clásicos; pero al gobernador todos los festivos.

Es muy posible que tu esposo, llevado de la corriente y de los perversos usos del día, se hastíe un poco de ti, y busque entretenimiento y variedad en otras mujeres. ¡Atroz desaire que te producirá no pocos sofocones y te pondrá a dos dedos del mayor peligro en que jamás se han visto tu dignidad y virtud!... Pues si te dejas llevar del despecho y rabia de los celos, si te impacientas demasiado por la soledad en que tu esposo te tiene, te faltará poco para caer en pecado igual al suyo.

4 También se ama en el abismo, del propio autor. 5 No puede ser, de D. Agustín Moreto. 6 Hacer fineza el desaire, del licenciado D. Diego Calleja. 7 El caballero, de D. Agustín Moreto. 8 El alcázar del secreto, de D. Antonio de Solís. 9 Antes que todo es mi amigo, de D. Fernando de Zárate. 10 El Hamete de Toledo, de Belmonte y de Antonio Martínez.

Doña Visita estaba incomodada porque la señora Regenta había querido venir sin mandar antes un recado. Creo que fueron a paseo, porque doña Visita dijo no qué del Espolón. ¡Al Espolón! gritó Ripamilán, cogiendo con una mano un brazo del Magistral y con la otra la teja . ¡Al Espolón! ¡Pero don Cayetano! Es cuestión de honra para ; de ese desaire tengo yo culpa en cierto modo.

Pero la razón me indicaba que no debía dar entero crédito a las palabras de mujer tan experta en ingeniosos engaños, y esperé aparentando conformarme con su opinión y mi desaire. ¿Te acuerdas de la noche en que nos presentamos aquí viniendo del Puerto de Santa María? En esta misma sala nos recibió doña Flora. Llamamos a Inés, te vio, le hablaste.

Si Marianela usara ciertas voces habría dicho: Mi dignidad no me permite aceptar el atroz desaire que voy a recibir. Puesto que Dios quiere que sufra esta humillación, sea; pero no he de asistir a mi destronamiento. Dios bendiga a la que por ley natural va a ocupar mi puesto; pero no tengo valor para sentarla yo misma en él.

Amaranta con sus majaderías le ha amoscado a usted. Tengo que ir a casa de la señora condesa de Rumblar. Eso es un desaire, Sr. D. Pedro. Dejar mi casa por la de otra. La condesa es una persona respetabilísima que tiene alta idea del decoro. Pero no hace vestidos para los <i>Cruzados</i>.

«Después de todo, era una tontería haber dado aquel desaire a la Marquesa, estando decidida a no comulgar al día siguiente. Pero, ¿y por qué no había de comulgar? ¿Era ella una beata con escrúpulos necios? ¿Qué tenía que echarse en cara? ¿En qué había faltado?

¿Cree usted? preguntó el conde, mirándola con fijeza. ; vaya usted replicó la dama con perfecta serenidad ya, huyendo su mirada. Pues usted me permitirá que la desobedezca. No quiero exponerme a un desaire. ¡Qué importan los desaires a un enamorado!... Porque usted, por más que diga, está enamorado de Fernanda... Se le conoce a la legua.

Palabra del Dia

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