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Actualizado: 27 de julio de 2025


Generalmente era en extremo altiva y fría, crítica terrible que tenía en la punta de los dedos los nombres de las primas, tías y sobrinos de todo el mundo. La verdad es ésta prosiguió.

Cansado de este abandono, salió Fernando a la cubierta, y al dirigirse hacia el lado de proa, lo primero que vio en «el rincón de los besos» fue a Nélida tendida en una silla larga, con los ojos entornados, dejando al descubierto una buena parte de sus piernas, cubriéndose la cara con una mano como si quisiera ocultar su rubor, mientras a través de los dedos brillaban sus ojos de malicia.

Borrén le alargó la petaca, y Baltasar encendió nerviosamente un pitillo. Vamos, ¿cuántos candidatos dirá usted que hay al trono? prosiguió echando leve bocanada de humo al techo . Vaya usted contando por los dedos, si la paciencia le alcanza. Espartero... uno.

Luego bailaron un vals y un rigodón. Mientras duró éste, Emilio no había cesado de hablarle al oído. Toda la noche la había estado sirviendo lo mismo que un criado, presentándole él mismo las fuentes de confites y frutas heladas. Una vez, al darle una de éstas, le había apretado los dedos; bien lo había visto. ¡Esto era una indecencia! Irenita quería suicidarse.

Extendió luego la mano sobre su cabeza abatida y se puso a acariciarle, muy suavemente, como se acaricia a una criatura que llora. Le rozó con los dedos la frente, los párpados cerrados, parecía a punto de acercarle los labios. Pero hacía todo con actitud tan espontánea, tan natural, que Charito no se sorprendió. Y el sentimiento de Lucía no era sólo de lástima.

Cerraron los párpados a Novillo, le sujetaron la mandíbula con un pañuelo, le entretejieron los dedos de las manos, y todos de rodillas, condolidos, tocados de lástima y simpatía, rezaron brevemente.

Fue oliéndolas una por una, pasándoles los dedos por las hojas sin atreverse a cortarlas; dábale mucha lástima pensar cómo se quedaría la mata, huérfana de su flor. A aquella hora apenas olían las rosas: era más bien un aroma general de humedad y frescura, que se elevaba del césped de las plantas, y del conjunto de árboles vecinos.

Vamos, vamos, Sr. D. Carlos dijo Zorraquín abrazando al enfermo . Ahora que los dedos se nos hacen triunfos, y tenemos a nuestro Rey con nosotros, y nos preparamos para ir sobre Madrid ¿se le antoja a usted morirse? Eso no se puede consentir. Navarro se acongojó mucho y dijo que la voluntad de Dios no le permitía guerrear en aquella grande y sublime campaña.

Esa separación acaso esté próxima... quizá empiece mañana mismo. El joven daba vueltas entre los dedos desde el comienzo de su discurso á una bola de la lotería, y al proferir estas palabras se le cayó al suelo.

Haced cuenta que don Tello Ha metido la malilla; Pues la espadilla traemos. SANCHO. Pelayo, ¿tenéis juicio? PELAYO. Olvidéme de los dedos. SANCHO. Lo que habéis de hacer, señor, Es prevenir aposento, Porque es hombre muy honrado. PELAYO. Y tan honrado, que puedo Decir... SANCHO. ¡Vive Dios, villano! PELAYO. Olvidéme de los dedos. Que no habraré más palabra.

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