Vietnam or Thailand ? Vote for the TOP Country of the Week !
Actualizado: 27 de noviembre de 2025
Á falta de la cara, enteramente desfigurada por los tiros, su alta estatura, su magnífica cabellera rubia, los vestidos que tenía puestos, las sortijas encontradas en sus dedos, todo, en fin, atestiguaba que la mujer muerta era, en efecto, la querida de Jacobo.
De pronto se detuvo, se encaró con Leto, y rascándose suavemente la cabeza con dos dedos, le habló así: O yo no soy perro viejo, o me he olido hasta la calidad de ese clavo, cuanto más la hondura de la brecha que ha abierto en usted.
Una de sus piernas colgaba fuera del lecho, y el pantuflo, sostenido sólo por los dedos del pie, rozaba las losas. Blázquez Serrano, antes de despertarle, contemplole unos minutos con envidiosa admiración. Una hora después salía del convento resuelto a ingresar a las órdenes.
-Razón tienes, Sancho -dijo don Quijote-, porque un caballero andante, como tenga dos dedos de ventura, está en potencia propincua de ser el mayor señor del mundo. Pero, pase adelante la señora Dolorida, que a mí se me trasluce que le falta por contar lo amargo desta hasta aquí dulce historia.
Luego, al empuñar con su diestra la enorme cachiporra, le pareció que se habían doblado su estatura y su vigor, sintiéndose capaz de suprimir de un golpe á cuantos pigmeos intentasen cerrarle el paso. Ahora va usted á viajar con más comodidad dijo, tomando á Popito entre dos dedos y elevándola sobre la mesa.
El entendía un poco de esto; ¡había regalado tantos collares!... Luego, Alicia le mostró las manos. Dos sortijas de factura artística, pero sin una piedra, de escaso valor intrínseco, eran lo único que adornaba sus dedos.
Cuando sentía la mano de la señora acariciándole el rostro, pensaba sentir la de Dios mismo. Apenas se atrevía a rozar con sus labios aquellos dedos flacos y transparentes. Sólo para su madrastra había cambiado tan radicalmente. Con los demás, incluso con su mismo padre, seguía mostrando la misma frialdad despreciativa, el mismo carácter obstinado y altivo.
El astuto Antonelli había atado para siempre a Bismarck con hilo de araña. Jacobo, sin hacer una sola caricia a la niña, despidióse fríamente, y Monina le miró marchar, chupándose, con altivez de dama ofendida, tres dedos al mismo tiempo.
«¡Cómo se conoce dijo al fin la sobrina con vivísimo tono de desprecio que no es usted persona decente! ¡Más que tú, marquesa del pan pringao! gritó la vieja, esgrimiendo de tal modo las manos, que Isidora vio los diez dedos de ella a punto de metérselos por los ojos. Usted no es mi tía. Usted no tiene mi sangre.
Se echa uno, se estira, dándose benéficos calambres, hasta que los dedos de los pies tocan el respaldo de la cama; trae uno las cobijas hasta la boca, hace su hoyo en la almohada, toma después un buen libro que lo está esperando sobre la mesa de noche, y gime uno de satisfacción...
Palabra del Dia
Otros Mirando