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Actualizado: 27 de noviembre de 2025


Fray Miguel tomó la copa, y, casi de un solo trago, apuró todo el licor que contenía. El hermano Tiburcio que lo presenciaba y miraba todo en silencio, aproximó un taburete e indicó por señas a Fray Miguel, que en él se sentase. En seguida tomó en los dedos cierto linimento oloroso, que había en un pomito de vidrio, y ungió con él lo más alto de la cabeza, la frente y las sienes del fraile.

Describir cómo variaba los cortes de sus chalecos para que siempre pareciesen de moda, no es empresa de plumas vulgares. Decir con qué prolijo esmero cepillaba todas las mañanas sus dos levitas, y con qué amor profundo les daba aguardiente en la tapa del cuello, cuidando siempre de cogerlas con las puntas de los dedos para que no se le rompieran, es hazaña reservada á más puntuales cronistas.

La edición casi entera yacía debajo de tres dedos de polvo en el desván de un canónigo grande amigo y admirador de D. César.

Tenía hormiguillo por todas las muchachas de la feligresía de San Lázaro, y así se desmerecían y ocupaban ellas de él como del gallo de la Pasión que, con arroz graneado, ají mirasol y culantrillo, debió ser guiso de chuparse los dedos.

Al cabo de poco tiempo hubiera pensado que me había herido una nueva maldición, si el oro os hubiera alejado de . Había llegado a tanto la necesidad de vuestras miradas, de vuestra voz y del tacto de vuestros pequeños dedos. Vos no sabíais cuando erais muy pequeña, vos no sabíais lo que vuestro viejo padre Silas sentía por vos.

Por las rápidas gesticulaciones del sacerdote, la manera cómo sacudía, primero, sus dedos apretados, y luego alzaba su mano abierta y tocaba su antebrazo izquierdo, podría haber afirmado que estaba hablando de algún secreto, cuyo poseedor había desaparecido.

Pilar era alta, rubia y de ojos negros; no era hermosa, como una heroína de novela antigua, pero muy agraciada y simpática; no tenía los dedos hechos a torno, porque la aguja y el trabajo los habían deformado, ni el busto escultural, porque no me atrevería a decir si la corrección de sus líneas era debida al corsé o era natural patrimonio de su dueña; mas, la verdad sea dicha: Pilar pasaba por buena moza y aun llegaba a parecer bonita, y lo hubiera parecido mucho más sin aquella palidez de su cara, que no se sabía si atribuirla a la fatiga o a la anemia.

Se observa el prurito en el dorso y en el brazo; vesículas que escuecen y corroen, y algunos granos en esta última parte. Los mismos granos, semejantes en los pequeños á los de mijo é inflamados, se observan en el dorso de la mano izquierda. La eminencia tenar, el índice, la tuberosidad isquiática, las piernas, el dorso del pié y sus dedos, son tambien el sitio de algunos pruritos.

Sus manos eran quizás un poco cortas, pero blancas como el marfil, con los dedos redondos, ondulosos, regordetes, en los que, no obstante, se adivinaba la garra. Su pie era el pie corto de las andaluzas, redondeado, lo mostraba tal como era y no cometía la tontería de usar botas largas.

Otra estátua de la Diosa Amphitrite ó Thetis con un delfin á los pies también en su nicho de siete cuartas y media de alto sobre una basa de la misma piedra lastimadas las piernas y le faltan los dedos de las manos. Un niño también en su nicho de cuatro cuartas y media de alto que tiene en la mano izquierda una paloma y en la derecha una concha todo de marmol.

Palabra del Dia

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