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Actualizado: 12 de junio de 2025


Y ántes que llegasen al pueblo, dos tiros de arcabuz, estaba poblado un pueblo pequeño, en el cual pueblo habia coca y ají; y la mujer de Ayar Oche, el que se perdió en la cueva, llamada Mama Guaco, dió á un indio de los deste pueblo de coca un golpe con unos ayllos y matóle y abrióle de pronto y sacóle los bofes y el corazon, y á vista de los demás del pueblo, hinchó los bofes soplándolos; y visto por los indios del pueblo aquel caso, tuvieron gran temor, é con el miedo que habian tomado, luego en aquella hora se fueron huyendo al valle que llaman el dia de hoy Gualla, de donde han procedido los indios que el dia de hoy benefician la coca de Gualla.

Y como viese que el edificio y reparacion de las tales tierras iba largo y que segun iban los reparos que los tales hacian, y que era edificio que no se podia acabar sin ayuda, mandó que los señores y caciques que allí eran se juntasen en su casa cierto dia, y luego fueron juntos bien ansí como él lo mandó; y siendo allí en su casa, díjoles que habia gran necesidad que en la ciudad del Cuzco hubiese depósitos de todas comidas, ansí de maíz como de aji y frísoles é chochos, y chichas y quínua, y carnes secas, é todos los demás proveimientos y comidas curadas que ellos tienen; y que para aquello habia necesidad que de sus tierras lo mandasen traer.

Por último, de entre estas fiestas se desprende al fin la terrible Mazorca, cuerpo de Policía entusiasta, federal, que tiene por encargo y oficio echar lavativas de ají y aguarrás a los descontentos primero, y después, no bastando este tratamiento flogístico, degollar a aquéllos que se les indique.

215 Por fin en una topada en el cuchillo lo alcé, y como un saco de güesos contra un cerco lo largué. 216 Tiró unas cuantas patadas y ya cantó pal carnero: nunca me puedo olvidar de la agonía de aquel negro. 217 En esto la negra vino con los ojos como ají y empezó la pobre allí a bramar como una loba.

Se ocupaban en la labranza, y lo que mas sembraban era ají, de que hacian un vasto comercio con sus vecinos. Acostumbran tener un sentinela en un cerro inmediato para impedir el paso á los extraños; poniendo todo su cuidado en ocultar su paradero, y en mantenerse en un completo aislamiento.

Nada hay ridículo cuando todos, sin excepción, participan de la extravagancia, y sobre todo cuando el azote o las lavativas de ají están ahí para poneros serios como estatuas si os viene la tentación de reiros. Los serenos cantan a cada cuarto de hora: ¡Viva el ilustre Restaurador! ¡Viva doña Encarnación Ezcurra! ¡Mueran los impíos unitarios!

Tenía hormiguillo por todas las muchachas de la feligresía de San Lázaro, y así se desmerecían y ocupaban ellas de él como del gallo de la Pasión que, con arroz graneado, ají mirasol y culantrillo, debió ser guiso de chuparse los dedos.

Palabra del Dia

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