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Las manos carecían de dedos; los brazos se habían acortado y eran aletas ó informes muñones; las mejillas ocultaban bajo placas de algodón el zarpazo de la granada, igual á una cicatriz cancerosa; la horrible oquedad de la nariz desaparecida se disimulaba con un tapón negro sujeto á las orejas.

887 Deja a veces ver la boca, haciendo el que se descuida; juega el otro hasta la vida y es siguro que se ensarta, porque uno muestra una carta y tiene otra prevenida. 888 Al monte, las precauciones no han de olvidarse jamás; debe afirmarse además los dedos para el trabajo, y buscar asiento bajo que le la luz de atrás.

Verla y sentir un miedo muy grande, pero muy grande, fue todo uno. «¡Si mi tía lo sabe...!». Pero del miedo salió al instante la reacción de valor, y apretó los puños debajo de la capa, los apretó tanto que le dolieron los dedos. «Si mi tía se opone, que se oponga y que se vaya a los demonios». Nunca, ni aun con el pensamiento, había hablado Maximiliano de doña Lupe con tan poco respeto.

Bajo esta impresión le dijo, pasados breves instantes de silencio: Pues volviendo a la pregunta con que me hizo el honor de saludarme, ha de saber usted que me sorprendió, tanto más, cuanto que estuvo a dos dedos de mi pensamiento. Naturalmente. Diplomático y periodista, ¡figúrese usted qué se me ocultará a ! No es esto decir que mañana precisamente... Es lo mismo, señor don Simón.

Salga usted al momento de nuestra casa. Pero, señoras continuó Clara, ¿adonde voy? Sola, de noche ... yo tengo miedo ... yo tengo mucho miedo ... yo no conozco á nadie.... ¿Que no conoce á nadie? ¿Y tiene valor para decir...? exclamó Salomé, apartando el rostro y persignándose con sus afilados dedos. ¿Pues y el caballero joven, alto, buen mozo?

Las notas del órgano, bajando a hacer cosquillas al recién nacido, al que venía de los cielos del misterio, metiéndosele por las carnecitas que dejaban al aire los dedos discretos y expertos de doña Celestina, al descubrir la espalda de la criatura; las notas aladas y revoltosas, eran angelillos que retozaban con su compañero humano, menos feliz que ellos, pero no menos puro, no menos inocente.

Según y conforme respondió el grave personaje tomándose la barba con dos dedos y mirando al techo . Según y conforme. Si los catecúmenos están dominados por un amor respetuoso y circunspecto hacia persona de peso y formalidad, lejos de ser rechazados, con más gusto son admitidos.

Le bastaba ver la sonrisa de la viuda, sus ojos apasionados, el gesto de maliciosa coquetería con que contestaba á sus insinuaciones galantes. «¡Arriba, lobo marino!...» Le tomó una mano mientras ella hablaba de la belleza del mar solitario, y la mano se abandonó sin protesta entre sus dedos acariciadores.

Mientras más, mejor... En fin, no quiero marearla a usted más, y la dejo sola para que piense en lo que le he dicho. Siga limpiando, trabaje, bofetadas a los muebles, fregotee hasta que le escuezan los dedos; mecánica, mucha mecánica, y mientras tanto, piense bien en esto, y mañana o pasado mañana... no hay prisa... vengo por la rimpuesta, como dice el payo... iii

La aurora divina, escalando las alturas de la sierra lejana, cruzando con vuelo raudo la llanura, levantaba con sus rosados dedos las cortinillas del carruaje y esparcía una tenue y discreta claridad, sin que él hubiese dejado de pensar en su dicha. Esperancita abrió los ojos y le dirigió una tierna sonrisa de amor, que hizo vibrar hasta las últimas cuerdas de su alma poética.