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, ya conozco sus costumbres piadosas; pero de todos modos, ya le debo otras atenciones que aunque de categoría menos elevada... No hablemos de eso, Sr. Llot se apresuró a decir la señá Rafaela extendiendo la mano. Hablemos, , señora. Yo no puedo olvidar ni un instante los favores que se me hacen. Precisamente había venido esta noche a arreglar nuestras cuentas.

Tengo en proyecto un casamiento que puede salvarme: un matrimonio con persona rica, pero que no es de nuestra clase, sino de un origen bajo. ¿Qué debo hacer?... Esperaba en su tía un movimiento de sorpresa, de curiosidad. Tal vez el anuncio de su casamiento la ablandase.

Elena la animó á que hablase, y entonces la mestiza dijo resueltamente: Yo estaba al servicio del finado don Pirovani, y como ya es difunto... por lo que todos sabemos, debo irme. Manifestó la señora su extrañeza ante tal decisión. Podía quedarse; ella estaba contenta de sus servicios. La muerte del italiano no era motivo suficiente para que se marchase.

¡Cómo! ¿Por qué? Porque debo ochocientos cincuenta francos. Vi el conflicto pintado en el semblante de aquel hombre; aquel hombre no me engañaba; era un amigo mio; sobre todo, era un hombre honrado, la vergüenza quemaba sus mejillas, y no me fué dado vacilar. No quise, ni pude. Un hombre que tiene corazon, no vacila nunca en tales momentos. Mi mujer no se habia levantado aún.

Precisamente una de las primeras víctimas de su intemperancia fué el mismísimo P. Procopio, que á las pocas semanas del famoso capítulo mencionado reventó como una bomba..... Quien no conozca á los frailes, quizá imagine que este trágico ejemplo pudo introducir en ellos alguna enmienda; sin embargo, en honor de la verdad debo decir que no la hubo.

Decid más bien cuánto os debo yo, señor pintor. ¡Este que es un pájaro y no un muñeco; venid aquí, vosotros, y contemplad esta bella enseña! ¡Calla, y tiene los ojos de color de fuego! exclamó la criada. Y unas garras y un pico que dan miedo, dijo Tristán. Miren el niño, y qué callado lo tenía, comentó el arquero. Es ese un gran pájaro y una bonita enseña para vos, patrona.

»Se equivoca usted le dije: la mejoría que siento la debo a usted, a su presencia. »En efecto, no me había sentido tan feliz en ninguna época de mi vida. Segura de y de mi corazón, Carlos temía hablarme de sus esperanzas, y mi reserva igualaba a la suya. Yo necesitaba decirle: ¡Este corazón te pertenece!

Aunque el fenómeno de la fecundacion de las flores ha sido siempre un objeto comun de comparaciones poéticas, debo en conciencia hacer mencion de la de M. Delavigne en sus «Trois jours de Christophe Colomb» por referirse á la revolucion Norte-Americana. Tell un jeune palmier, pour feconder ses soeurs Fleurit et livre aux vents ses parfums voyageurs.

Pero es preciso que os devuelva vuestro dinero, os debo mucho, mucho dinero. ¡Oh! por eso no, más tarde, no tengo apuro, ahora estoy muy tranquilo! mi crédito no corre ningún peligro.

Si en la carta que vuecencia ilustrísima conoce, escrita por á mi tío el señor duque de Lerma, hay mucho de mundano, consiste en que mi tío me ha pedido informes acerca de lo que media entre don Francisco de Quevedo y la condesa de Lemos. Faltaría yo á lo que debo á Dios y mi conciencia, si en lo que digo en la tal carta mintiera.