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Actualizado: 6 de julio de 2025


Gracias respondió con el rostro iluminado por la vanidad. No la hay más fea que en Sarrió ni en el mundo entero. Algunas más feas habrás visto por esos países donde has andado. Te aseguro que no. ¡Virgen del Amparo! Debo ser un monstruo exclamó riendo y aceptando la hiperbólica lisonja que iba envuelta en aquellas palabras. ¡Alguien viene! dijo Gonzalo quedándose inmóvil y serio.

Lo que me hace temblar es el porvenir de mis seis hijas. ¡Cuántos disgustos preveo por esta causa!; pero el tormento que semejante previsión me ocasiona es condenable, porque vengo probando de continuo que el socorro de Dios jamás me ha faltado en circunstancia alguna, y que con mayor fuerza de razón debo yo considerar ser éste el verdadero centro de mi vida. 17 de diciembre de 1812.

Con el vencimiento de Lavalle, había sido llamado al Gobierno de Buenos Aires, desempeñándolo hasta 1832 con la regularidad que podría haberlo hecho otro cualquiera. No debo omitir un hecho, sin embargo, que es un antecedente necesario.

Prefiero pasar por encogido, por tonto, por mal criado y arisco, a dar la menor ocasión, no ya a la realidad de sentir por ella lo que no debo, pero ni a la sospecha ni a la maledicencia. En cuanto a Pepita, ni remotamente convengo en lo que Vd. deja entrever como vago recelo. ¿Qué plan ha de formar respecto a un hombre que va a ser clérigo dentro de dos o tres meses?

Debo advertirte otra cosa que ignoras, Gabriel; una cosa que tal vez te cause tristeza; pero que debes saber... ¿ crees conservar sobre ella el ascendiente que tuviste hace algún tiempo y que conservaste aun después de haber mudado tan bruscamente de fortuna? Señora repuse , no puedo concebir que haya perdido ese ascendiente. Perdóneseme la vanidad.

¿Pero qué prisa corre, criatura? Tan seguro tengo el dinero en su poder como en el mío. Sin embargo, por lo mismo que ha sido usted tan buena siempre para , no quisiera perjudicarla en lo más mínimo. Vamos a ver lo que le debo.

Por el contrario, se quedó asombrado ante mis conocimientos y me comprometió para otras dos piezas. ¡Qué galante!... ¡Graciosísimo, muchacha, graciosísimo! exclamé, riéndome; ya noté que te asediaba mucho y que estaba lo más obsequioso contigo. Era por los caballos. Les debo el honor de dos valses con Pedrito. Y los otros cipreses, ¿qué te dijeron?

Yo contaba con seguir aquí, al servicio de usted, hasta el día en que debo estar en la hacienda, y he querido.... No, joven, no; lo que ha de ser tarde que sea temprano. Me sentí humillado, y callé. Vea usted, joven; agregó con dulzura quédese usted conmigo.... Le aumentaré los emolumentos; le daré cinco pesos más. ¡Creo que con eso no tendrá usted dificultades! ¡Imposible, señor!

Dados estos pormenores, debo decir al lector, por si se ha sorprendido al verme tan enterado de ellos, que ni yo los he buscado ni los personajes descritos han venido á traérmelos: ellos, solitos, se han colado por la puerta de mi balcón, de la manera más sencilla.

Y pués en esta ocasión se lucieron tan piadosamente sus fatigas, aunque no de todos sus hijos, si de muchos en servicio de la Iglesia Santa, no debo callar sus nombres ya que no puedo elogiar dignamente sus méritos. Contentáreme pues con referirlos sencillamente, como quien sabe que cada uno en su Nombre tiene el mayor elogio de mismo. ASISTIERON EN EL SEGUNDO Auto.

Palabra del Dia

gallardísimo

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