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Sabe que se le agradece, y quiera Dios dárselo en salud para , y para su marido y los nenes». Con palabra nerviosa, afluente y un tanto hiperbólica, aseguró la chulita que no tenía salud; que padecía de unos males extraños, incomprensibles. Pero los llevaba con paciencia, sin cuidarse para nada de su propia persona.

La frase mucha artillería empleada por Cristóbal Colón al hablar de la que dejó en el fuerte de Navidad, sería relativa ó hiperbólica, como lo era al referirse á las salvas. Debe entenderse que en la fortaleza dejó toda la que montaba la nao perdida, ya que en las otras sólo de estorbo había de servirle.

El aguileño príncipe gozaba de una reputación hiperbólica. Alguno preguntará cómo las damas del gran mundo podían interesarse en peligros que no habían sido corridos por ellas. Los hábitos de maese L'Ambert eran bien conocidos, y se sabía que una gran parte de su corazón y de su tiempo los empleaba en la Opera.

Dormía todas las noches y comía fijamente tres días a la semana. ¡La vida era fácil! Con un espíritu tan contentadizo, Santaló era digno de haber triunfado. Tenía del dinero una idea demasiado hiperbólica. Poseyó un sombrero azul pálido que era una sima de arbitrariedad junto a los hongos ramplones y los frégolis de tenor cómico. Yo le había tomado cariño.

La acera de tres metros de anchura, una acera hiperbólica para Vetusta, estaba orlada por una fila de faroles en columna, de hierro pintado de verde, y por otra fila de árboles, prisioneros en estrecha caja de madera, verde también. Por esto se llamaba El boulevard, o lo que era en rigor, Calle del Triunfo de 1836.

Estas reflexiones hacía yo casualmente no hace muchos días, cuando se presentó en mi casa un extranjero de estos que en buena o en mala parte han de tener siempre de nuestro país una idea exagerada e hiperbólica, de estos que, o creen que los hombres aquí son todavía los espléndidos, francos, generosos y caballerescos seres de hace dos siglos, o que son aún las tribus nómadas del otro lado del Atlante: en el primer caso vienen imaginando que nuestro carácter se conserva tan intacto como nuestra ruina; en el segundo vienen temblando por esos caminos, y preguntan si son ladrones que los han de despojar los individuos de algún cuerpo de guardia establecido precisamente para defenderlos de los azares de un camino, comunes a todos los países.