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Actualizado: 6 de julio de 2025
¿Qué puedo hacer por ella? exclamé, extendiendo hacia él mis manos juntas. ¡Exija usted lo que quiera! Aun cuando diera mi propia vida para salvar la suya, no le habría dado todo lo que le debo.
He establecido a mi mujer en el campo, cerca de París, pobremente debo decirlo, añadió con aire de comparar la instalación de su casa con la de la mía, aunque ella era muy modesta y un poco tristemente, que por ella lo temo. Por eso apenas me atrevo a invitarle para que venga a visitarnos.
Ya ve usted si tengo razón en seguir apartado de la política. En cuanto al otro consejo capital de usted, nada tengo que objetar. En efecto, debo casarme; pero yo no quiero casarme por casarme.
No sé si debo decírselo a usted en este momento, antes de que el mismo Sr. D. Carlos, bellísima persona, jí, jí... antes de que el mismo Sr. D. Carlos Navarro de licencia para que usted le vea. Ya lo arreglaré yo. Vuélvase mañana por esta su casa.
EL MORENO 1074 a los pájaros cantores ninguno imitar pretiende; de un don que de otro depende naides se debe alabar, pues la urraca apriende a hablar, pero sólo la hembra apriende. 1075 Y ayúdame, ingenio mío, para ganar esta apuesta; mucho el contestar me cuesta. Pero debo contestar; yoy a decir en respuesta cuál es el canto del mar.
Tal vez sin los últimos sucesos de mi vida, ora sean imaginarios, ora sean reales, no hubiera sobrevenido en mi ser esta transformación, esta conversión, que califico de dichosa. A ti te la debo y por ello te doy las gracias.
Debo exceptuar lo relativo á los alimentos, en que se conservan los antiguos hábitos de repetir las comidas, teniendo una frailesca á medio día, asi como la suculenta cena á las nueve de la noche. Las costumbres tienen allí un doble sello, porque son como el término medio, ó mejor dicho, la transición de lo español á lo francés.
Y ahora dijo en conclusión el atribulado farmacéutico, que ya llevo lo que venía buscando, y aun algo más, eso es, si bien se mira, y sé a lo que debo atenerme, si usted me da su permiso me vuelvo a mi casa... para terminar debidamente lo comenzado a tratar aquí... Pero me atrevería, por término, eso es, y por remate de nuestro coloquio, a pedir a usted una gracia... ¡la última, señor don Alejandro, por no molestar!
»Me escuchó con calma, que revelaba su resolución, y cuando hube terminado, me contestó: » Tío, yo le debo a usted obediencia como se la debía a mis padres, ya que al morir éstos me confiaron a usted.
Yo mismo oí de su boca la tremenda palabra. Pero eso fue un momento, y no ahora... ¿Debo decir a usted cuál era la esperanza que después nos mantenía a ambos... el sueño divino de una felicidad?... Ahogado repentinamente por los sollozos, le fue imposible proseguir.
Palabra del Dia
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