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Actualizado: 21 de noviembre de 2025
De pronto, desapareció de mis ojos la alegría, y huyó la sonrisa de mis labios: «Entremos en tu cuarto me dijo con voz entrecortada; necesito hablarte de cosas muy tristes, y darte noticias muy poco agradables. Procura tener valor para oírme, concentra todas tus fuerzas morales: subamos.»
Y llevando la mano al bolsillo para sacar la cartera, dijo brutalmente: ¿Cuántos necesitas? ¡Ninguno, canalla! exclamó ella soltando a reir . Pensabas que me estaba preparando para darte un sablazo, ¿eh? ¡Claro! No te veo cariñosa sino cuando necesitas dinero. ¡Habrá embusterazo, marrullero! Cualquiera que te oyese, pensaría que es cierto.
La declaración que yo debía darte está en su bolsillo; allí la encontrarán... Yo no me atreví á cogerla... Está caído en el suelo en el salón de la casa de Tavistock-Street, con los ojos terriblemente abiertos y la boca todavía amenazadora... ¿Le has matado? ¡Cállate, desgraciado! No se debe saber eso hasta mañana. Es preciso que yo esté libre hasta el fin del espectáculo.
Entonces tomé la cuesta muy corriendo; y por esa me ves algo agitada. ¿Te he hecho esperar, papá?... No, hija; esperar, precisamente esperar... no. Mientras Bermúdez respondía así, con aspecto y ademanes de extrañeza, Nieves, inquieta y nerviosa, le miraba... le miraba... como codiciando algo que no se atreviera a pedirle. ¿Me dejas darte un beso? le preguntó al fin.
Por seguir la moda. Pero no te mando recibir más que a las personas a quienes tú quieras hacer esa honra. ¿Excepto a ti? Por lo que a mí se refiere, no tengo órdenes que darte. Me limito a suplicar. En aquel momento se oyeron vítores en la calle. La Princesa corrió hacia uno de los balcones. ¡Es él! exclamó. ¡El duque de Estrelsau! Me sonreí, pero nada dije, y ella volvió a su asiento.
Seré tu mare, y tu jembra, y too lo que haya que ser pa que vivas contento y feliz. ¡Olé! ¡Sigue soltando por ese pico, serrana! dijo Rafael con nuevo entusiasmo. Y te quiero también continuó María de la Luz con cierta gravedad porque soy digna de ti: porque me creo buena y estoy segura de que al ser tu mujer no he de darte la menor pesadumbre. Tú no me conoces aún, Rafaé.
El comedor era una vasta habitación, blanqueada, con muebles antiguos que parecían estar de guardia a lo largo de las paredes, semejantes a negros gigantes agazapados. Bajo la araña había una mesa redonda con dos cubiertos. He hecho comer antes al personal de la granja dijo Roberto, volviéndose hacia mí, pues no he querido darte el disgusto de ver caras extrañas.
Me veré obligada a darte un par de mojicones... Ha, morito, come y aliméntate, que ya se tratará lo del casorio. ¿Piensas que voy yo a tomar un marido seco al sol, y que se va quedando como un pergamino?». Con estas y otras razones logró convencerle, y al fin el desdichado dejó de hacer ascos a la comida. Empezando con repulgos, acabó por devorar con voracidad.
Lo cierto es que si aquel Telo hubiera sabido darte la puñalada en regla, y si no te hubiera curado tu marido, a quien todo el mundo llora, menos tú, estarías ahora roída de gusanos, para descanso de cuantos te conocen. Lo que es a mí, no me la cuelas, pedazo de embustera.
Como si ella misma se contestase, y sin dar tiempo a que don Andrés dijese palabra, Juanita habló de esta suerte: Perdone vuecencia, señor don Andrés, si le he atraído a mi casa con algo que puede calificarse de engaño. Me pidió vuecencia una cita amorosa, y yo se la he concedido.... Pues entonces dijo don Andrés no es mi perdón, sino infinitas gracias lo que tengo que darte.
Palabra del Dia
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