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Actualizado: 21 de noviembre de 2025
Hace mucho tiempo que nos dejaste y que estás corriendo por el mundo de las embajadas, para darte cuenta de la fijeza proverbial de las costumbres de nuestro amigo. Piensa que nunca ha viajado para no separarse de sus libros y de su mesa. Aquel espíritu tan curioso se ha condenado a no conocer nada del vasto mundo más que por la lectura y por su maravillosa intuición de las cosas.
Hoy que el placer corona tu cabeza, Quiero estrechar tu mano con terneza Y darte el parabien: Porque en los dias de contento ó duda La mano del amigo nos ayuda A soportar nuestro placer tambien. Hoy un hijo ha nacido en tu familia, Como tras larga noche de vigilia Se vé brillar el sol; Y su sonrisa pura cual la aurora Todo el hogar doméstico colora Tiñendo los semblantes de arrebol.
Ya ves que me manda castigarte por lo que has hecho ayer. Al decir esto sonreía dulcemente, como si le noticiase que le iba a regalar alguna golosina. Josefina la miró sorprendida. ¿Castigarme? Madrina ya me ha hecho dormir en el suelo. No importa, eso es poco para maldad tan grande como escaparse de casa. Habrá que darte algunos azotes.
Y no me habéis dicho nada... Juan, algo te pasa... Eres un hombre, y no tengo ya derecho para tratarte como a un niño; pero, en fin, tú sabes cuánto te quiero... Si tienes alguna pena, alguna contrariedad, ¿por qué no me lo dices? Quizá podría darte algún buen consejo. Juan, ¿a qué vas a París?
Aquella dolencia que ni el médico de este pueblo ni el de Argamasilla entendieron, me coge ya toda el arca del pecho, quitándome la respiración de tal modo, que a cada momento pienso que se me va fuera el alma. Y aprovecho el poquito tiempo que esta señora ha de estar dentro de mi cuerpo, para escribirte y darte la despedida, sintiendo mucho no poderlo hacer por mi mano.
Yo soy tu madre... Las circunstancias han hecho que hasta ahora no haya podido darte el nombre de hija; pero Dios no ha querido que muera privada de ese placer... Acércate, hija mía. Demetria bajó todas las escaleras y se aproximó á la señora. ¿Me das un beso? dijo ésta tomándola de la mano y con voz donde se traslucía la emoción.
Yo el mejor día me iré también, y no quiero que a la hora de morir me atormente la idea de que por culpa nuestra has perdido un bienestar que nosotras no podemos darte.... La voz de la anciana iba siendo más débil cada día, y a la menor emoción se le apagaba hasta hacerse imperceptible. Para calmar a la enferma y dejarla tranquila le dí un abrazo y la besé en la frente.
Lo cual oído por su amo, le respondió: -Quisiera tener aliento para poder hablar un poco descansado, y que el dolor que tengo en esta costilla se aplacara tanto cuanto, para darte a entender, Panza, en el error en que estás.
Por la tarde la niña pudo bajar al estanquillo: tenía el semblante un poco descompuesto. Cuando estuvieron solos, ella le dijo tímidamente: ¿Quieres una cosa que voy a darte? ¡Ya lo creo! Cuanto tú me des será para mí sagrado.
Eres una indecente; y en prueba de que no tienes ni pizca de sentido, ¿apostamos á que no adivinas lo que voy á hacer? ¿Cuánto va á que no lo adivinas?... Pues voy á darte para que pongas un puchero.... ¡ea! Toma, y di ahora que yo no tengo humanidad. Pero sois tan mal agradecidas, que me pondréis como chupa de dómine, y hasta puede que me echéis alguna maldición. Abur.»
Palabra del Dia
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