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Pero si alguna confianza le inspiraron mis palabras aquel día, bien poco le duró a la infeliz; porque a la mañana siguiente, tras una noche de lluvias torrenciales, apareció radiante el sol en un cielo sin nubes, y el suelo del valle y las laderas de los montes desnudándose a toda prisa de sus blancas y espesas envolturas, que, convertidas en arroyos cristalinos y murmurantes, corrían por prados y regateras a sumirse en el álveo del Nansa, henchido ya hasta las malezas de sus bordes, entre las cuales iba dejando el río la carga de sus espumas.

En efecto, ademas de 19 torrentes, casi todos cristalinos, que recibe en sus márgenes el lago de Thun, su caudal se acrecienta por la ribera izquierda con las aguas muy turbias del Kander y el Simmen reunidos, rios algo considerables que descienden, por estrechas gargantas y angostos valles, de las neveras situadas al sur del grupo resplandeciente de Jungfrau.

Poco a poco, el bombeo de la sierra, que desde abajo parecía continuo y uniforme, empezó a encoger el radio de su curva hasta quedar la trillada senda que nos era forzoso seguir como raya de mulo sobre su espinazo, y a cada lado una profunda «hoyada» con hermosas brañas en sus laderas, y arroyos cristalinos en el fondo, golosinas que saboreaban a sus anchas las yeguadas y rebaños que se buscaban la vida por allí.

En cuanto á éstos, corrían y jugaban á lo largo del arroyo subterráneo, en los lagos cristalinos, bajo la ducha de las cascadas; se divertían ocultándose en los tenebrosos corredores como los niños de nuestros días en los andenes de los jardines, y tal vez en medio de sus alegres proezas treparan por las paredes para sorprender á los murciélagos en sus negros refugios, practicados en la bóveda.

Al tomar tierra vio él marinero que un pequeño río, por una pequeña boca, entraba a dar al mar su tributo; hacíanle sombra por una y otra ribera gran cantidad de verdes y hojosos árboles, a quien servían de cristalinos espejos sus transparentes aguas. Rogámosle se entrase por el río, pues la amenidad del sitio nos convidaba.

Y yo le dije: «Tu terror es vano, sigamos esa luz trémula y pura, que nos bañen sus rayos cristalinos, sus rayos sibilinos que ya auguran e irradian la belleza y la esperanza. Mira: la senda de los cielos busca; sigamos sin temor sus limpios rayos que ellos a playa llevarán segura, sigamos esa luz limpia y tranquila a través de la bóveda cerúlea.

Nada mas risueño, mas poético y pintoresco que aquellos vallecitos regados por el Ebro casi en sus fuentes, surcados de arroyos cristalinos que forman á veces miniaturas de lagos, poblados de lindos grupos de álamos, encinas y sáuces, y cubiertos de graciosas sementeras que hacen un juego encantador con las casitas rústicas, las verdes praderitas y las colinas de planos inclinados.

Las casas medio sepultadas echaban a duras penas por su chimenea, cubierta de finas cremas y cristalinos picachos, un chorro de humo que subía lentamente a manchar el cielo y se resolvía en el pesado gris de la atmósfera como masas de tinta arrojadas en un inmenso mar de almidón.

Esta es la ondulante Berenice cuya rica cabellera al arrastrarse por las ondas constituye otra onda; aquélla la pequeña Oritia, esposa de Eolo, que, al soplo de su compañero, pasea su urna blanca y pura, incierta, apenas afirmada por el delicado enredo de sus cabellos, que con frecuencia enlaza por debajo; más allá, Dionea, la llorona, parece una copa de alabastro que deja desbordar, en hilos cristalinos, espléndidas lágrimas.

En el escaparate central estaba la muestra de la casa, lo que había hecho famoso al establecimiento: un maniquí vestido de labradora, con tres rosas en la mano, que al través del vidrio, mirando a los transeúntes con ojos cristalinos, les enviaba la sonrisa de su rostro de cera, punteado por las huellas de cien generaciones de moscas. Doña Manuela entró en la tienda.