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Actualizado: 28 de julio de 2025
Una mañana, al salir de la ducha, y cuando el enfermo parecía entonado por la reacción, ágil y con la cabeza muy despejada, se paró en la calle, y cogiendo suavemente las solapas del gabán de su hermano, le dijo: «Pero vamos a una cosa. ¿Por qué ni tú, ni mi tía, ni nadie queréis decirme dónde está mi mujer? ¿Qué ha sido de ella?
En cuanto á éstos, corrían y jugaban á lo largo del arroyo subterráneo, en los lagos cristalinos, bajo la ducha de las cascadas; se divertían ocultándose en los tenebrosos corredores como los niños de nuestros días en los andenes de los jardines, y tal vez en medio de sus alegres proezas treparan por las paredes para sorprender á los murciélagos en sus negros refugios, practicados en la bóveda.
Los cuidados del notable ayuda de cámara que Marenval había llevado consigo y sin el cual no podía pasarse, una buena elección de ropas, la ducha, la navaja, los peines y toda una minuciosa sesión de tocador, operaron esa transformación. Era un Freneuse desmejorado, pálido, sin cabellos y sin barba, pero era Freneuse, con su mirada y su sonrisa.
Poco después de amanecer se dirigió al loquero y le dijo: «Hoy no estoy para nadie, absolutamente para nadie». Después cayó en un marasmo profundo. Enmudeció. El chorro de la fuente preguntaba por él y ninguno de los asilados allí presentes sabía darle razón. Lleváronle a la enfermería. El médico mandó que le dieran una ducha, y fue llevado en brazos a la inquisición de agua.
En medio de su mala ventura, la idea de que Schlingen, el especulador afortunado, el atrevido acaparador de títulos, el rey de la rueda, en fin, estuviera comprometido en la liquidación, le hizo el efecto de una ducha en la nuca. ¿Era entonces tan seria la catástrofe? ¿No había barreras para el torrente? Si Schlingen caía, ¿quién iba a quedar en pie?
Hizo memoria de los exquisitos cuidados á que se había sometido en vida: el largo baño, el masaje, la vigorización del juego de las armas y del boxeo, la ducha helada, los elegantes y discretos perfumes... ¡todo para venir á pudrirse en un campo de trigo como un montón de estiércol, como una bestia de labor que muere reventada y la entierran en el mismo lugar de su caída!
Apenas si, en su excesiva timidez, se atrevió a aprisionar a su Dulcinea por el talle, y a besarle los labios con pasión. Esto bastó, sin embargo, para que lo comprendieran. Era la cocinera una persona capaz, que le llevaba a él siete u ocho años, y ya bastante ducha en las lides del amor. Ya me hago cargo le dijo ella; deseáis casaros conmigo.
Dicho y hecho. Todas las mañanas iba Juan Pablo a buscar a su hermano, y unas veces engañado, otras casi a la fuerza, le llevaba a San Felipe Neri, y allí le arreaba una ducha escocesa capaz de resucitar a un muerto.
Currita parecía titubear, porque había mirado a Jacobo como si le consultase, y este fruncía las cejas; la pícara era ducha y no era del todo fácil hacerle tragar el anzuelo. El diplomático reforzó sus argumentos, y el general Pastor, con militar franqueza, dijo resueltamente: Condesa, más puede usted hacer en ese baile con su abanico que yo en el Norte con mi espada.
Yo estoy siempre fuera, y no quiero que durante mi ausencia se convierta esta casa en un infame garito. Clara no podía creer aquellas palabras. Ya sabemos que era poco ducha en contestar cuando el terrible anciano la reprendía. Y esta vez su honor ofendido no encontró tampoco las palabras que en aquella situación convenían.
Palabra del Dia
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