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Actualizado: 6 de mayo de 2025
Por la tarde, lavada, peinada, perfumada, con una linda bata color crema, sentada al lado del balcón bordándole a él unas zapatillas, no podía darse nada más correcto y a la vez más interesante. Cuando salían de paseo y se ponía un sombrerito de paja adornado con campanillas rojas y el traje negro de seda, regalo de sus papás, era maravillosa.
El trato frecuente con las damas de la aristocracia que entraban por la mañana a escoger enaguas o medias les había hecho adquirir formas elegantes y distinguidas. Todos sabían decir: «¡Ah! no señora, a nosotros nos cuesta más» de modo tan correcto y con sonrisa tan persuasiva que no era posible resistirles.
Mario era un joven delgado, no muy correcto de facciones, los labios y la nariz grandes, los ojos pequeños y vivos, el cabello negro, crespo y ondeado, la tez morena. Una frente alta y despejada era lo único que prestaba atractivo y ennoblecía singularmente aquel rostro vulgar.
El autor de este comunicado escribe por primera vez para el público; por lo cual, si sus reflexiones no se presentasen llenas de elocuencia y adornadas del estilo correcto y engalanado con que otros se producen por escrito, suplico á los lectores toda su induljencia, satisfechos que cualquier falta que se le notare puede y debe ser dispensada por el esceso de patriotismo y amor á su patria de que está animado, y que decaerá cuando acabe su existencia; de otro modo, no.
De busto correcto, su medio cuerpo no dejaba nada que desear desde el punto de vista de la elegancia; desde la parte exterior del mostrador el parroquiano no tenía nada que observar, pero la sirena no podía salir del mostrador sin peligro, porque, como ese era su elemento, si lo abandonaba, mostraba por fuerza la cola indecorosa: el tendero sirena usaba levita de faldón largo para economizarse el uso de los pantalones, y zapatillas para ahorrarse las incomodidades del calzado; de modo que el mostrador servía para cubrir la parte menos bella, pero no por eso menos interesante de la estatua.
En la cámara encontré a mi señor más tranquilo. Los oficiales ingleses que habían entrado allí trataban a los nuestros con delicada cortesía, y según entendí, querían trasbordar los heridos a algún barco enemigo. Uno de aquellos oficiales se acercó a mi amo como queriendo reconocerle, y le saludó en español medianamente correcto, recordándole una amistad antigua.
Debe tener treinta años y el correcto gentleman que la acompaña es indudablemente su marido. Han cambiado pocas, pero afectuosas palabras durante la noche. Por mi parte, tengo clavado el anteojo en la escena... pero los ojos en las manos de mi vecina, largas, blancas, transparentes, de uñas arqueadas y color de rosa.
La presentación es el medio más correcto de conocer y tratar a las personas; pero el Conde no se sentía con la desvergüenza suficiente para ser allí presentado. ¿Escribiría un billete amoroso a fin de entrar en relaciones?
Había en la eterna y leve sonrisa que plegaba sus labios y en lo insinuante y correcto de sus maneras algo de femenino, que no se compadecía poco ni mucho con lo firme é insistente de la mirada. Tal vez no sea femenino el adjetivo más propio para el caso, pero en este momento no hallamos el adecuado. Aunque no es posible cerciorarse ahora, dado caso que está sentado, podemos afirmar que es alto.
Aquél se volvió repentinamente hecho una furia, y sujetándole con fuerza por la muñeca, le dijo al oído con acento rabioso: Oiga usted, señor majadero: a mí no me tose usted ¡ni en cuarto grado de tisis! ¿lo oye usted? Don Rosendo, como hombre correcto y muy práctico en estos asuntos de honor, no dijo nada en aquel momento.
Palabra del Dia
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