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Actualizado: 11 de septiembre de 2025


O queréis hacerlo vos solo dijo irritado por la codicia el tío Cornejo. Hablemos en paz, señor Gabriel dijo el cocinero mayor , y concluyamos, concluyamos de todo punto. No digáis á nadie lo que á me habéis dicho, porque podríais ir á la horca.

La comedianta fué á ver al Cornejo para pedirle un bebedizo, y le reveló el secreto de las cartas. Más claro... más adelante... concluid... ¿cómo ha llegado á vos ese secreto? Montiño sudaba. Doña Clara, inflexible, con una fuerza de voluntad incontrastable, dominaba al cocinero mayor. ¿Quién me habrá metido á en estos enredos? decía para el cocinero.

Y me encontró sobre él la justicia. ¡Ah! dijo el duque de Lerma comprendiéndolo todo, porque como saben nuestros lectores estaba en el secreto ; ¿y os prendió el alcalde de casa y corte Ruy Pérez Sarmiento? ¡Cómo, señor, sabéis!... , el licenciado Sarmiento me ha hablado de una prisión. Pero si os prendieron, ¿cómo estáis en libertad? Bajo fianza de un tal Gabriel Cornejo... ¿Y qué queréis?

¡Ah! dijo el bufón. ¡Oh! dijo Quevedo. Pasad, caballero, pasad dijo Dorotea ya perfectamente serena. Juan Montiño entró en la alcoba, enteramente repuesto ya de su sorpresa. ¿En qué nido le habéis encontrado, amigo Manolillo? dijo Quevedo. En el nido de una corneja. ¿Y dónde tiene esa corneja su nido? Es la manceba vieja de un tal Cornejo, galeote huído que anda haciendo milagros en la corte.

Cuando estuvieron algo apartados de la casa, el escudero dijo: Os advierto que ese Gabriel Cornejo es un bribón, y que si queréis que os lo que vale la joya, será bueno que la tase un platero. Os agradezco el aviso. ¿Y conocéis á alguno? Háilos aquí á montones, en Santa Cruz. Pues llevadme á uno. ¿Veis aquella tienda obscura de los portales? que la veo.

Cuando Felipe V y su corte estuvieron en Sevilla, la reina nombró á Duque Cornejo escultor de cámara en 1732, y al año siguiente de 1733, al marchar el rey en el mes de Mayo, se trasladó el artista á Madrid, en donde solicitó en vano ser nombrado escultor de cámara del monarca.

Esta era la verdad, y al suponerla doña Clara, sintio lo que nunca había sentido: la dolorosa é insoportable sensación de los celos. Y como los celos nunca son hidalgos, ni se detienen ante nada, tomó una pluma y escribió una larga carta en que acusaba ante el inquisidor general á Dorotea y á Gabriel Cornejo. Poco después aquella carta entraba en la celda del padre Aliaga.

La parte que tomó en la expedicion del Coronel Cornejo aparece en su diario, y por mas fundadas que sean las quejas de este gefe, no bastan á arrebatarle la gloria de un importante descubrimiento. La enemistad de un rival poderoso le obligó á separarse de sus hermanos de Salta, y fue á buscar un asilo á Montevideo, donde acabó su vida en el claustro al rayar de la presente centuria.

¿Qué cosa puede haber que os disculpe de haberme venido á buscar de una manera tan pública? dijo severamente Montiño. ¡Bah! señor Francisco: nadie tiene nada que decir de contestó sonriendo de una manera sesgada Cornejo ; si en mis tiempos fuí un tanto casquivano, y no supe guardar el bulto, ahora todo el mundo me conoce por hombre de bien y buen cristiano.

Cabal, cabal decía , nada he perdido; ni un maravedí; mi mujer no me ha engañado; había puesto á cubierto mi dinero, y el señor Gabriel Cornejo es un hombre de bien. Mis treinta mil ducados están aquí... completos, justos. Sólo he perdido el dinero que llevaba en el bolsillo y que me quitaron los alguaciles. Pero lo doy por bien empleado y más que hubiera sido.

Palabra del Dia

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