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Actualizado: 11 de septiembre de 2025
No, no; esa mujer no se habrá atrevido... Yo lo sabré, yo lo comprenderé, y doña Clara no volverá á leer en mi alma, porque me ha avisado. ¡Y Dorotea!... ¡Dorotea! ¡la hija de aquella otra Margarita, infeliz!... ¡la acusan aquí!... ¡en esta carta! ¡ella y ese Gabriel Cornejo pueden comprometer á la reina!... ¡Dios mío! ¡Dios mío!
Pues bien; yo os daré por su empeño tres mil doblones... Es que no se va á quedar empeñada aquí dijo el señor Melchor, que temía las iras de su mujer si el negocio se hacía con otro que con el señor Gabriel Cornejo.
Sacó el joven el estuche, y del estuche la sortija. Entonces pasó por la vieja una cosa extraña. Se estremeció, tembló, y su pequeño ojo bizco y colorado, se puso á bailar mirando la sortija. Rica es, en efecto; pero me parece que pedís mucho: en fin, lo que yo puedo hacer es enviaros... mejor... mi marido os acompañará. Melchor, lleva á ese caballero á casa del señor Gabriel Cornejo.
¡He aquí que ese Cornejo, que ese miserable, ha deducido!... y bien, no importa... eso nada importa, afortunadamente... ¿el nombre de esa comedianta? dijo doña Clara yendo á una mesa, buscando un papel, y tomando una pluma. Dorotea dijo Montiño enteramente atortolado. Dorotea, ¿de qué? No tiene apellido. ¿Es amante de don Rodrigo Calderón? Sí, señora... pero ocultamente...
Voló la esperanza causando una dolorosa impresión en el señor Gabriel Cornejo, que se despidió de nuevo murmurando: He sido un imprudente, no debía haber hablado tanto; yo confiaba en su codicia, pero está visto: su avaricia es mayor de lo que yo creía. Quiere hacer el negocio por sí solo.
¿Ha graznado á vuestra oreja? pues mal agüero, hija; si supiera esto su excelencia, juntamente con que yo... Vos os tomáis licencia para todo; en cuanto á ese Cornejo, conózcole por haberme hablado de él mis compañeras. Señor Juan Montiño dijo Quevedo con voz campanuda : necesito hablar con vos á solas. Muchas gracias por la manera de echarnos, don Francisco dijo Dorotea.
Duque Cornejo sabía con acierto dar movimiento á las figuras, y tuvo fantasía y novedad para los adornos, aunque no siempre le resultaran éstos del mejor gusto.
Vaciló todavía el señor Gabriel Cornejo, pero una mirada decisiva y un ademán enérgico de Montiño, le decidieron; se despidió hipócritamente deshaciéndose en disculpas, y cuando ya estaba cerca de la puerta, el cocinero del rey, como obedeciendo á una idea súbita, le dijo: Esperad. Cornejo se volvió lleno de esperanza. ¿Vais á ver á la señora María?
Caminando á las 6 leguas, llegamos á las juntas del Rio de Ocloyas, habiendo caminado tres dias para avanzar dichas 6 leguas; y el dia 7 de Setiembre llegó Cornejo á dichas juntas.
El padre Aliaga no quiso comprometer á doña Clara Soldevilla, arrojar sobre su cabeza el odio del bufón, y contestó: Por las inteligencias con un hombre, en el cual, según me he informado, está puesto y siempre vigilante el ojo del Santo Oficio: con un tal Gabriel Cornejo... ¡Con ese miserable! exclamó el bufón ; ¿tienes tú conocimiento con ese miserable, Dorotea?
Palabra del Dia
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