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Actualizado: 3 de julio de 2025
Alargando la rama, diole un escobazo en el rostro para líbrarle de la ferocidad insectil. Confianza en Dios y no dar a esta miserable existencia mundana más valor del que tiene, son los más eficaces remedios afirmó Gracián con autorizada voz. La vocecilla ronca de Maricadalso se dejó oír. Parecía una corneja que cantaba en la propia rama de acacia.
Esto, Pánfilo, Roma te aconseja; No digan que de plumas que has hurtado Te has querido vestir, como corneja.
Contra semejante conato se levanta airado nuestro corazon. No reconocemos ese dominio, no admitimos esa tutela, no concedemos esa supremacía, por más que la organizacion exterior de las cosas nos deslumbre; por más que la cara postiza de que todos los hechos se revisten aquí, haga que confundamos el inocente arrullo de la tórtola con el canto agorero de la corneja.
¿Y el cabayo? ¿dónde lo has dejao? Rafael explicó su viaje. El caballo estaba en el ventorro de la Corneja, a dos pasos de allí; una cabaña al borde de la carretera. Bien necesitaba descansar, pues había venido al galope desde el cortijo. Aquel sábado había sido de trabajo.
¡Ah! dijo el bufón. ¡Oh! dijo Quevedo. Pasad, caballero, pasad dijo Dorotea ya perfectamente serena. Juan Montiño entró en la alcoba, enteramente repuesto ya de su sorpresa. ¿En qué nido le habéis encontrado, amigo Manolillo? dijo Quevedo. En el nido de una corneja. ¿Y dónde tiene esa corneja su nido? Es la manceba vieja de un tal Cornejo, galeote huído que anda haciendo milagros en la corte.
... ¡La madre coja, coja y bisoja, que rompe los pucheros! ¡La madre morueca, que hila en su rueca los cordones de los frailes putañeros, y la cuerda del ajusticiado que nació de un bandullo embrujado! ¡La madre bisoja, bisoja corneja, que se espioja con los dientes de una vieja! ¡La madre tiñosa, tiñosa raposa, que se mea en la hoguera y guarda el cuerno del carnero en la faltriquera, y del cuerno hizo un alfiletero!
Las brujas realizaban sus conjuros y adobaban sus ungüentos a favor de aquella lumbre maléfica, que desconcertaba las potencias y parecía atraer la sangre del hombre. Un pájaro invisible graznó en los aires, a su izquierda. ¡Sería una corneja! Al acercarse al barranco, en cuya escarpa se abría la secreta abertura, Ramiro ocultose tras el tronco de una encina para otear el contorno.
El tío Frasquito, muerto de miedo, creyendo ver brotar puñales masónicos a través de la mullida alfombra, comenzó a dar vueltas desatinado, tropezando por todas partes como corneja puesta de repente a la luz del sol. ¡Ay, ay, ay, Santa Marría, qué berrenjenal!
Palabra del Dia
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