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Pero yo conservaba siempre en el oído las últimas palabras de mi padre, y no aceptaba... Sin embargo, la miseria iba a obligarme, cuando un día fui a ver a uno de los amigos de mi padre, un banquero de New-York, M. William Scott, que no me recibió solo; junto a su escritorio estaba sentado un joven: «¡Podéis hablar, me dijo, es mi hijo Richard ScottMiro al joven, él me mira y nos reconocemos... «¡Zuzie! ¡Richard!» y nos tendemos la mano.

La gran verdad, resumen de todas las experiencias de la vida, la verdad que buscamos a tientas y desechamos muchas veces al encontrarla; la que sólo reconocemos en el último momento, cuando ya es imposible recomenzar y los errores no tienen remedio, salía de su boca llorosa: «Renuncio a mi divina ciencia y se la doy al mundo.

El fundamento de la doctrina nestoriana es en suma el mismo que el de la iglesia reformada: la divisibilidad y separacion de dos personas y dos naturalezas en Cristo, ó lo que es lo mismo, la distincion de dos personas en Cristo, el Verbo de Dios y el hombre Jesus; distincion que los católicos reconocemos como errónea por la union del Verbo con la naturaleza humana, que los teólogos llaman hipostática.

«Reconocemos que el señor de Orbigny ha tenido un acierto completo en los espaciosos límites de su mision, de una manera tan importante para nuestras colecciones como para la ciencia mismaBOTÁNICA. Relator, el Sr. Adolphe Brongniart.

De improviso unos cuantos tiros les sorprenden a ellos tanto como a nosotros; detienen el paso; extendemos nosotros la vista con ansiedad y recelo en la obscura noche; todos ponemos atento el oído, y al fin nos reconocemos, sin vernos, porque el corazón a unos y otros nos dice: «Ahí están

19 ¿Por ventura has desechado enteramente a Judá? ¿Por ventura ha aborrecido tu alma a Sion? ¿Por qué nos hiciste herir sin que nos quede cura? Esperamos paz, y no [hubo] bien; tiempo de cura, y he aquí turbación. 20 Reconocemos, oh SE

A veces me parecia que esos séres trasplantados de Colombia hacian temblar sus festones flotantes, no al soplo de las brisas españolas, sino bajo la presion de una conmocion secreta, al ver pasar á un compatriota! Acaso ellos me decian, en su lenguaje de rumores misteriosos que el hombre no comprende: «Te reconocemos....» El contraste mas vigoroso me aguardaba en la plaza de toros.

Contra semejante conato se levanta airado nuestro corazon. No reconocemos ese dominio, no admitimos esa tutela, no concedemos esa supremacía, por más que la organizacion exterior de las cosas nos deslumbre; por más que la cara postiza de que todos los hechos se revisten aquí, haga que confundamos el inocente arrullo de la tórtola con el canto agorero de la corneja.

Reconocemos que el espasmo del estómago se eleve algunas veces hasta el vómito en el estado prodrómico, y que este mismo fenómeno se produzca por otra causa, la congestion por ejemplo, sobre el estómago, en los períodos prodrómico y agudo.

La primera impresión que nos produce España es un poco confusa. Al principio no reconocemos exactamente a nuestro país, no lo encontramos del todo igual al recuerdo que teníamos de él. ¿Es que España ha cambiado? Es, más bien, que la miramos desde otro punto de vista y con unos ojos algo distintos a como la mirábamos antes.