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Actualizado: 20 de junio de 2025
Paz comprendió que quizá hacía mal; pero ya no era posible retroceder. Te advierto que se trata de algo que nos interesa mucho a él y a mí. No hay más que hablar. Pero esta sumisión fue acompañada del firme propósito de contárselo todo a Pepe. Vamos a ver: ¿Qué le pasa? ¿Qué disgusto es el que tiene? ¿Sabes algo? Nada, ni jota. Es necesario que lo averigües.
Yo no sé si parecerá bien a los lectores de cierta contextura, que un mozo como Ángel les fuera con aquellas puerilidades y estas retóricas a dos señoronas de Madrid que estaban pasando una temporada en una playa de baños, y entretenidas en ver desde el mirador de una fonda cómo rompían las olas del mar, allí cerca; pero, poniéndome en el peor de los casos, quiero que consideren aquellos caballeros que de todo se puede hablar con señoras, por aburridas que estén, hasta del teorema de Sturm, que es la materia más desabrida que yo conozco; porque el peligro de cansar al prójimo no está en lo que se le cuente, sino en el modo de contárselo, y puedo certificar que el relato de Ángel, por lo fresco, por lo natural, ingenuo y desenfadado, fue oído por las damas sin desperdiciar punto ni coma.
Tchernoff lo sabía por experiencia y no necesitaba que los alemanes vinieran á contárselo. Pero todas las clases ilustradas de Rusia eran enemigas de la tiranía y se levantaban contra ella. ¿Dónde estaban en Alemania los intelectuales enemigos del zarismo prusiano?
»¡Ah! Si hubiera escrito todo esto, Luis no dudaría ahora. Poco me ha faltado para contárselo, pero me he callado, en parte porque él se encontraba en una de esas horas de duda, en parte porque he creído que mejor sería escribirlo en este libro, donde él lo leerá algún día. Puesto que no me cree, no merece que le diga nada: mejor lo confío a estas páginas, que están destinadas a desengañarlo.
Aquella mañana de Agosto el Provisor la señaló como una de las más felices de su vida. Ana le obligó a hablar, a contárselo todo.
Todo lo que usted me dice a mí, al instante voy a contárselo a mi hermana. Sí, es usted muy cuentera. ¿Y por qué se lo cuenta usted a su hermana? Porque le hace gracia. Moreno no pudo disimular la profunda tristeza que se apoderaba de él. «¿Pero qué tiene usted?... Esta noche le encuentro más esplinado que nunca».
Puede contárselo todo al príncipe, porque es el único que conoce su secreto. Es otra mujer. Ya no la preocupan los países de amor, donde las mujeres se casan sin dote. Después de muerta la duquesa, es una candidata al matrimonio, que ofrece con la cesión de su mano más de trescientos mil francos.
Don Claudio Fuertes le pescó en el Casino, muy atenuado y confuso, porque delante de él nadie osaba decir todo lo que sabía. Pero como era evidente que algo había sucedido, alarmose y corrió a la botica para averiguar lo cierto. Don Adrián sabía ya para entonces algo más de lo que le había contado Cornias: sabía que Nieves iba también en el yacht, y que también se había mojado; y esto lo sabía porque Leto había creído de necesidad contárselo en justificación de su invencible disgusto, y por temor de que su padre supiera por otro conducto toda la verdad y la creyera. El pobre boticario estaba transido de pesadumbre. «Nada tenía de particular el caso en sí, aislada, concreta y separadamente, eso es»; pero considerando que Nieves había salido aquel día a la mar por primera vez y sin permiso ni conocimiento de su padre, ¡qué no estaría pensando y sintiendo a aquellas horas su bondadoso y respetable amigo el señor don Alejandro Bermúdez Peleches, si era sabedor de todo? Por aquí, por aquí le dolía al apacible don Adrián entonces; y como Leto se quejaba también del mismo lado, y ninguno de los dos tenía serenidad bastante para presentarse en Peleches con aquellos temores sobre el alma, Fuertes les reprendió la cobardía, y les dio razones que les obligaban a lo contrario: si lo sabía don Alejandro, para disculpar Leto a Nieves y disculparse él mismo honradamente; si lo sabía y no le daba importancia, para que viera que tampoco se la daban ellos; y si nada sabía, tanto mejor para todos.
Para todo enamorado de Marineda, especialmente si pertenecía a la guarnición, el complemento de la dicha era esta idea: Voy a contárselo a Borrén . Y Borrén, como un espejo complaciente, de los que hacen favor, le devolvía la imagen de su felicidad, no exacta, sino aumentada, embellecida, multiplicada, radiante.
Palabra del Dia
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