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Actualizado: 29 de octubre de 2025


Tenéis razón... no lo que pienso ni lo que digo. Venid; frente á esta puerta hay el hueco de unas escaleras; ocultos bajo ellas podremos esperar sin que nadie, aunque traiga luz, nos vea. Guzmán y la comedianta se pusieron en acecho bajo las mismas escaleras donde la noche antes había ocultado Quevedo á la condesa de Lemos, para que no la vieran los tudescos.

Felipe IV y la Calderona no tuvieron confidente más fiel que Pedro de Tumbaga; y los bosquecillos del Pardo, las enramadas del Retiro, conservan todavía añosos troncos bajo los cuales el orgulloso magnate esperó, calado por el agua del cielo, a que el autor de La vida por su dama cortase la sabrosa plática que en los camarines de aquellos palacios tenía con la famosa comedianta.

Me veo obligada á casarme con vuestro amigo por salvar á su majestad de unas apariencias que podían perderla; cierto es que vuestro amigo me ha interesado el corazón, no os lo niego, pero le conozco poco; el paso que voy á dar es decisivo; ¿le conocéis vos, don Francisco? ¿estáis seguro de que su galanteo con esa comedianta pasará en el momento en que le abra mi corazón? ¡decidme, por Dios, cuánto pierdo ó cuánto gano en mi sacrificio!

¡Loco! ... debéis estarlo... loco de felicidad. No, no; loco de desesperación. ¿Y por qué? ¿no sois afortunado? la mujer más pura y más hermosa y más codiciada de la corte os ama. La comedianta que á todos enamora, que á todos desespera, y que tiene buen corazón, es... vuestra hermana.

Era tierna, sensible, voluble, traviesa, y por efecto de la educación, disimuladora y comedianta como pocas; pero en ocasiones tan ingenua, que no había pliegue de su corazón que ocultase, ni escondrijo de su alma que no descubriese. Por esto, que era sin duda efecto de un anhelo irresistible de libertad, aparecía a veces descomedida y desenvuelta con exceso.

¡Ah! exclamó la comedianta ; ¿conque es decir que cuando me dijísteis que érais sobrino del cocinero mayor del rey me dijísteis la verdad? Nunca he pretendido engañaros; anoche, por un acaso, el mismo Francisco Montiño me dió ocasión de conocer mi nacimiento. ¿Y dónde pasásteis la noche, señor mío? Yo os estaba esperando. Es necesario que yo os lo diga todo. ¿Tenéis más que decirme?

Dando resoplidos, lívida y sudorosa, los ojos despidiendo llamas, Fortunata continuaba con su lengua la trágica obra que sus manos no podían realizar. «Eso para que vuelvas, so tunanta, a meter tus dedos en el plato ajeno... Embustera, timadora, comedianta, que eres capaz de engañar al Verbo Divino. ¡Lástima de agua del bautismo la que te echaron!

Si me dais medios de que lo sea, os perdono. Rechazo vuestro perdón, y me asombro de que me lo ofrezcáis; ¿pues en qué os he ofendido yo? ¡Ay, triste de ! ¡Qué desgraciada soy! Inclinó la comedianta la hermosa cabeza, y luego la levantó en un movimiento sublime. Su mirada resplandecía. Quevedo la miraba con asombro. No, no soy desgraciada dijo la Dorotea , sino muy feliz, felicísima.

¡Un prendero del Rastro!... ¿y á tales gentes ha ido á parar un secreto de su majestad? ¿Qué queréis, señora? don Rodrigo... Es un miserable, ya lo ... ¿y ha sido don Rodrigo?... Don Rodrigo trata con una comedianta... ¡Ah! Y esta comedianta, que le ama... Le ha arrancado el secreto... ¿Ha visto las cartas de su majestad? ¡Ah! pues no comprendo bien...

¿Qué sois de esa comedianta que se llama Dorotea: padre, amigo, amante, marido?... Esa misma pregunta me han hecho hace poco, y he contestado: soy su perro, su perro valiente, que por lo mismo que Dorotea es desgraciada, la guarda; capaz de despedazar la mano del rey si toca á esa mujer. ¡Sois, pues, su padre! No, pero es lo mismo. ¡Esa mujer es amante del duque de Lerma! ; , señora.

Palabra del Dia

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