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Actualizado: 29 de octubre de 2025


Uno de los hypercríticos que junto á el estaban, le dixo en un entre-acto: Hace vm. muy mal en llorar; esa comedianta es malísima, y el que representa con ella peor todavía, y peor la tragedia que los actores: el autor no sabe palabra de arábigo, y ha puesto la escena en la Arabia; sin contar con que es hombre que cree que no hay ideas innatas: mañana le traeré á vm. veinte folletos contra él.

¿Y cómo puede ser eso? De una manera muy sencilla; id ahora mismo á palacio. ¡A palacio! por cierto. Nadie extrañará que el confesor del rey entre á estas horas en palacio. Yo estaré esperándoos en la escalerilla por donde se sube al cuarto del rey. Lo que no alcanzo es cómo pueda ir á palacio esa comedianta. La llevaré yo.

En otras circunstancias doña Clara se hubiera negado á recibir al tío Manolillo; pero el tío Manolillo era una persona allegada á la comedianta Dorotea, á aquella mujer que la hacía probar la amargura mayor que puede probar una mujer: sentirse herida en su amor, en su orgullo, en su dignidad; doña Clara, pues, mandó que introdujesen al tío Manolillo.

¿Os llamáis don Juan? . Seguidme, os esperan. Guiad. El bufón tiró adelante; no quería hablar ni una sola palabra más con aquel hombre que hacía tan infeliz á Dorotea, con aquel hombre á quien aborrecía, porque no amaba á la comedianta. Y así, el tío Manolillo delante y don Juan detrás, llegaron en muy poco espacio á la calle de Don Pedro.

La comedianta fué á ver al Cornejo para pedirle un bebedizo, y le reveló el secreto de las cartas. Más claro... más adelante... concluid... ¿cómo ha llegado á vos ese secreto? Montiño sudaba. Doña Clara, inflexible, con una fuerza de voluntad incontrastable, dominaba al cocinero mayor. ¿Quién me habrá metido á en estos enredos? decía para el cocinero.

Esta carta había sido dictada á doña Clara, por su lealtad, por su amor á Margarita de Austria, que más que su señora era su amiga; pero además de esto, había en doña Clara otro empeño íntimo de que no podía darse cuenta, pero que la impulsaba á hablar de una manera hostil contra Dorotea: su sospecha de que la comedianta hubiese visto al joven, de que le amase, de que el bufón tuviese empeño de favorecer los amores de Dorotea.

Esto no quería decir que Lerma amase demasiado á la comedianta, sino que era la mujer de moda en el teatro, y la envidiada fuera del teatro, lo que bastaba para que la ostentación de Lerma la hubiese deseado para querida pública; y siéndolo, no podía buenamente presentarse al público de otro modo sin desdoro del duque.

¿En nada más que en escribirme que prendiese á esa comedianta? Os juro por la sangre de nuestro Divino Redentor dijo doña Clara con vehemencia , que al aconsejaros que prendiéseis á esa mujer, no he pensado en misma, sino en lo que convenía á su majestad.

Ahora mesmo, al pasar por el Muelle, he visto á la mi mujer vestida de comedianta, con un gorro á modo de pimiento, una casulluca con estrellas, y un pendón lleno de letreros, y más de un centenar de babiecas detrás de ella echando vivas yo no á qué. Eso es de todos los días, hijo; y no te pasmara si hubieras visto lo que yo voy viendo.

Pero no entiendo por qué pueda ser enemigo de don Rodrigo el bufón de su majestad. ¡Bah! ya veo, señor Francisco, que vos sabéis muy poco. No me es fácil dar con el motivo de la ojeriza que decís tiene el tío Manolillo á don Rodrigo. ¿Conocéis á una comedianta que se llama Dorotea, que baila como una ninfa en el corral de la Pacheca?

Palabra del Dia

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