Vietnam or Thailand ? Vote for the TOP Country of the Week !
Actualizado: 29 de octubre de 2025
Se trata de dos miserables, de un hombre y una mujer: el hombre es un galeote huído, un hereje hechicero que vende untos, y hace ensalmos y presta á usura. Se llama Gabriel Cornejo y tiene una ropavejería en el Rastro. La mujer es comedianta, hermosa y joven, y se llama Dorotea. Vive en la calle Ancha de San Bernardo.
Después de todo, ese sér trágico, de historia tan extraña y romancesca, dio su primer vagido entre las coronas marchitas de una comedianta, la cual le dio vida bajo el imperio del más ardiente amor. La pobre artista había quedado huérfana desde muy tierna edad. Amaba el teatro, era inteligente y bella, y de esa dulce gracia nació el pálido y melancólico visionario que dio al arte un mundo nuevo.
Doña Clara, después de haber asegurado, jurado el joven, que á nadie amaba más que á ella, no le había vuelto á hablar de la Dorotea. La Dorotea era una cosa pasada, olvidada. Su deber le prohibía volver á los amores de la comedianta.
Podéis iros, Montiño, confiando en mí. Perdonad, señor; pero antes tengo que deciros algo. ¡Qué! ¡La Dorotea!... ¡Dorotea! Sí; sí, señor: Dorotea la comedianta me ha dado para vuecencia esta carta. El duque la leyó.
El amante de María la comedianta y Margarita la monja, sin ser hombre de mala índole, fue detestable rey: nacido acaso para que en él se mostrase de qué modo ciertas instituciones tuercen y bastardean la condición humana; porque así como las alturas de la Naturaleza causan el vértigo, en las cumbres sociales la tentación triunfa de la voluntad y la lisonja sofoca la virtud.
En él estaban solas dos personas: Juan Montiño y el finchado hidalgo don Bernardino de Cáceres. ¿Me permitís, caballero? dijo la Mari Díaz tocando Suavemente en un hombro á Juan Montiño, y con la voz más dulce del mundo. El joven se volvió y vió á la comedianta que le saludó Con una graciosa inclinación de cabeza y una sonrisa.
El tío Manolillo... perdóname, Juan de mi alma, perdóname... no creas que tengo celos al decirte... al nombrarte á esa comedianta. ¡Dorotea! dijo don Juan, y se puso pálido. Helóse el alma á doña Clara al notar la palidez de don Juan, pero no dió indicio alguno de ello. Sí, Dorotea; esa mujer te ama. ¡Oh! ¿y qué importa? dijo don Juan ya completamente rehecho de su turbación.
Tiene cierto aire de buen muchacho, que me indica que hace poco tiempo que está en la corte dijo la Mari Díaz. ¡Bah! ¡pues si es altivo como un rey, y lleva su capilla parda como si arrastrase un manto ducal! ¡como vos cuando hacéis de reina, reina mía! dijo un poeta. Eso quiere decir que no es un cualquiera recargó la comedianta.
No me llaméis señora dijo la Dorotea ; yo no soy señora, soy una comedianta; una mujer que ha nacido para vivir libre como los pájaros, cantando siempre de rama en rama... para estar alegre, para gozar... para tener un amante... un verdadero amante que la ame, y no la trate con esos insoportables miramientos con que vos me tratáis... que no se pase los días sin verla... que no la olvide por nada... que no se vea obligada á llamarle señor, más que de su alma... y esto dulcemente... en fin, que no la aburra, que no la entristezca, que no la fastidie.
Esta debe ser una de las que me ha hablado Dorotea dijo el joven para sí . Y es hermosa esta muchacha... si no fuera tan desenfadada... Y se volvió á mirar hacia el escenario, donde trabajaba Dorotea. Don Bernardino se encontraba relegado á un último lugar: la comedianta delante, detrás Juan Montiño, y él á sus espaldas. Permitidme, caballero dijo don Bernardino. Juan Montiño no se movió.
Palabra del Dia
Otros Mirando