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Actualizado: 29 de octubre de 2025


Montiño tenía fijas en la memoria las palabras de Quevedo: «De estas mujeres se triunfa á primera vista ó nunca». Y aquellas otras: «Interesa á la reina que enamoréis á esta mujer». Juan Montiño desempeñaba con gusto su farsa, porque, aunque estaba locamente enamorado de doña Clara, la comedianta tenía para él, en la situación en que se encontraba, un encanto irresistible.

No merece este amor asesino que me ha entrado en el alma murmuraba la comedianta bajando precipitadamente las escaleras . ¡Yo estoy loca! ¡yo me muero! ¡Dios mío! ¡irá! ¡irá! ¡le parezco hermosa! ¡le embriago!... ¡, irá! pues bien... ¡me vengaré de él y de ella! ¡él me obliga! ¡aquel horrible beso!... ¡Oh, Dios mío!

Lo leo en los ojos de la que fué mi amiga y protectora... no puedes abandonarme, Ulises; no desearás mi muerte. Se indignó Ferragut ante estas súplicas, rompiendo al fin su desdeñoso silencio. ¡Comedianta!... ¡Todo mentira!... ¡Inventos para juntarte conmigo, haciéndome intervenir otra vez en los enredos de tu vida, mezclándome en tus trabajos de espionaje!...

¿Y para qué quiero yo vivir dijo el joven con profundísima amargura , si vos no me amáis? ¿si al casaros conmigo habéis hecho un doloroso sacrificio por su majestad? ¡Y esa comedianta! exclamó doña Clara con acento seco y rápido, acercándose más al joven. ¡Dorotea! , esa hermosísima Dorotea, con quien habéis pasado el día. ¿Si yo os pruebo que no amo á esa mujer...?

Ahora bien; que el tío Manolillo ama á esa comedianta es indudable. Que su amor sea capaz de todos los sacrificios, hasta el punto de amar los caprichos y las faltas de esa mujer, es posible.

Aquel era un papel de una de las mejores comedias de Lope de Vega. La que le tenía en la mano, era sin disputa una comedianta. El papel revela su nombre. Era Dorotea. La querida pública del duque de Lerma. La amante particular de don Rodrigo Calderón. La mujer que tenía con el tío Manolillo unas relaciones, un punto de contacto que nadie podía calificar.

¡Dios mío! ¡feliz!... ¡y se ha ido á vivir á casa de una comedianta! ¡y la ha acompañado al teatro y... no me ama... si me amara... no afrentaría mi amor enamorando á una mujer perdida! ¿Pero quién te ha dicho eso? El bufón del rey. ¿Qué mujer más hermosa y más pura que puede él encontrar?... ¿le has desesperado acaso, Clara? , señora.

Había movido el brasero y se calentaba y se restregaba las manos. Cuando apareció Dorotea, don Francisco la miró con suma gravedad. La comedianta adelantó, se detuvo junto á Quevedo y le miró intensamente. Mea culpa dijo don Francisco. Lo que quiere decir en castellano, que vos tenéis la culpa de todo lo que me sucede. Trasladáis el latín al romance con grande licencia.

Cuando entraron en la sala la encontraron revuelta; estaba llena de cofres abiertos, de trajes sobre los sillones, de objetos sobre las mesas. Todo aquello era rico, relumbraba, punzaba la vista con los vivos colores y lo brillante de las telas; era, en fin, un magnífico equipaje de comedianta pagado por un gran señor. ¡Ah! dijo Montiño , bien se conoce que aquí no ha habido ladrones.

La comedianta, no era, es cierto, la mujer digna, pura, magnífica, el tesoro, en una palabra; pero la Dorotea era un ser desgraciado; tenía en su favor su infortunio... abandonarla era herirla... y luego... digámoslo de una vez, ¡era tan hermosa la Dorotea!... ¡amaba de una manera tan profunda, ten delicada, tan ardiente!...

Palabra del Dia

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