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Actualizado: 17 de julio de 2025
Poco a poco, sin embargo, su rostro tomó una expresión compasiva. La desesperación de Marta hacía más fuerza en él que sus recursos más hábiles. Está bien dijo al fin , os daré la prueba de confianza que me exigís. ¡Ah! ¡si supierais lo que me pedís! Dichas estas palabras, se adelantó lentamente hacia el cofre.
De una mirada abarcó Leonora su frente espaciosa y abombada, que parecía pesar sobre todo su cuerpo como un cofre de marfil cargado de misteriosas riquezas; los ojos glaucos e imperiosos brillando con la frialdad azul del acero bajo el pabellón de las pobladas cejas, y la nariz arrogante, fuerte como el pico de un ave de combate, buscando por encima de la hundida boca la mandíbula sensual y robusta encuadrada por una barba gris que corría por el cuello arrugado y de tirantes tendones.
¡Soy yo, hermano mío!¡soy yo! dijo Montiño, estrechando las manos al arcipreste. ¡Allí! ¡allí! dijo el moribundo, extendiendo el brazo hacia el fondo de la alcoba de una manera vaga y penosa. Sí, sí; no te fatigues, hermano mío: allí está el cofre que encierra la fortuna de Juan. Sí dijo el moribundo.
De aquí saldréis libre y favorecido: pero me habéis de hablar con verdad. Os diré cuanto sepa y más que supiere á trueque de que me amparéis, que bien he menester de amparo. Antes de ir por el cofre consabido para traerle, ¿dónde estuvísteis? En el convento, por la carta de la madre Misericordia. ¿Y luego? Fuí á casa del duque de Lerma, pero su excelencia no estaba en casa. ¿De modo, que?...
Encontró al joven en un pequeño y obscuro cuarto, donde estaban amontonados los muebles que había sido necesario sacar de las otras habitaciones, sentado en un cofre de madera volcado, meditando, con la cabeza entre las manos. Roberto, amigo mío, ¿qué haces ahí? le gritó. Ustedes siempre tan alegres por allá, ¿verdad? El doctor le puso las manos sobre los hombros: Me inquietas, amigo mío.
Sed, pues, bueno, y decidme de antemano qué encierra ese cofre. Vamos, loca, estáis bromeando. ¿Qué puede haber en él? Un poco de dinero y títulos de deudas públicas; porque ya os imaginaréis que no soy tan estúpido como para guardar mi dinero sin que produzca. Cuando volvamos de la iglesia, ya marido y mujer, os entregaré las llaves del cofre y de los armarios.
En lo interior había muchas estampitas de cajas de fósforos pegadas con pan mascado a un biombo que hacía de pared, un hornillo de barro puesto sobre una banqueta de piano que conservaba restos de damasco amarillo, y un cofre sin tapa lleno de suelas de calzado que despedía un hedor insufrible.
¡Que le case con mi hija! pensaba el cocinero mayor ; indudablemente que éste sería un buen negocio. ¿Pero lo tomaría á bien su padre?... el duque de Osuna es un señor terrible... ¡y aquel cofre!.., ¿qué habrá en aquel cofre?... ¿para qué se habrá llevado el tío Manolillo á Juan á casa de la Dorotea?... ¿y cómo, señor? ¿cómo se anda Juan por esas calles de Dios al descubierto, después de haber dado de estocadas á don Rodrigo?
¡Oye! exclamó el bufón, asiendo de una mano á Dorotea ; oye... y oye tú sola añadió llevándosela al hueco de un balcón, mientras Montiño, desvanecido por lo que sucedía, se dejaba caer sin fuerzas sobre un cofre cerrado aún : oye, Dorotea, y sabe que tus desgracias son humo, viento, nada, comparadas con las mías.
¿Estáis mirando mis muebles? preguntó alegremente el intendente . Sí, Marta, no tendremos que comprar muchos para instalar nuestra casa. Todo lo que veis aquí me pertenece. Un buen escritorio, magníficos sillones, ¿no es cierto? Marta trató de sonreír y preguntó con fingido buen humor: Me imagino que este cofre será el mueble principal de la casa. ¿Es sin duda en el que guardáis las economías?
Palabra del Dia
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