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Actualizado: 17 de julio de 2025


Según me han dicho, ha quedado un cofre muy pesado, que se encontró en vuestro aposento, que los ladrones no pudieron abrir porque es de hierro, y que no se atrevieron á llevarse por su tamaño, en poder del mayordomo mayor.

No es fácil, no, que el ideal sucumba bajo la acción del tiempo o la violencia, pues, como el trigo de la egipcia tumba, en contiene secular potencia. Y ha de surgir en el futuro ignoto, llevado a plenitud por el destino, como la flor del legendario loco, como el cofre del Padre Florentino;

El receloso cocinero había tenido buen cuidado de envolver aquel cofre en un lienzo para que nadie pudiese reparar en sus señas particulares; le había hecho subir á su alto aposento del alcázar, y sin decir á su mujer y á su hija más palabras que las necesarias para darlas los buenos días, se había encerrado con el cofre en el aposento cerrado y polvoroso que ya conocemos, y en el cual tenía secuestrada, apartada de la vista de todo extraño, el arca de sus talegos.

Ciérrase la portezuela entonces con la misma dificultad que la tapa de un cofre apretado para un largo viaje, y a la fonda.

Aquel le dijeron es el famoso Frangis-el-Wadar, oráculo de nuestro siglo, depósito de elocuencia, tesoro de frases lindas, urna de tropos y figuras retóricas, y además le añadieron en voz baja , amplio cofre y razonable tinajón de vanidad y presuntuosa candidez.

Pusimos el hato en el carro de un Diego Monje; era una media camita y otra de cordeles con ruedas, para meterla debajo de la otra mía y del mayordomo, que se llamaba Aranda; cinco colchones y ocho sábanas, ocho almohadas, cuatro tapices, un cofre con ropa blanca y las demás zarandajas de casa.

Doña Ana se levantó, entró en el dormitorio, abrió un cofre, y del cofre sacó una cajita, volvió, se sentó y abriendo la caja mostró su contenido al sargento mayor. Mira el por qué de no haber querido yo por galán al duque de Uceda y de pensar en que por algún tiempo no nos veamos. ¿Quién te ha dado esta gargantilla? dijo con acento ronco Guzmán.

Nuestro renegado tomó el cofre de las riquezas de Zoraida, y dio con él en la mar, sin que ninguno echase de ver en lo que hacía.

Poco después Fortunata sentía sueño y se aletargaba; mas en aquel estado indeciso entre el dormir y el velar, creyó ver a su compañera entrar otra vez en el dormitorio sin que se le sintieran los pasos. Metiose debajo de la cama, donde tenía un cofre; revolvió luego entre los colchones... Después Fortunata no se hizo cargo de nada, porque se durmió de veras.

Le pesaban en los bolsillos las joyas que había encontrado en el cofre; sentía sobre su pecho los papeles que acreditaban su nacimiento; y aquellas joyas y aquellos papeles le abrumaban. Indudablemente era harto raro el modo de pensar del joven, en una época en que abundaban los bastardos reconocidos y respetados, porque en aquel tiempo eran otras las costumbres.

Palabra del Dia

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