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Actualizado: 17 de junio de 2025
El mayordomo flamenco, que era, según ella, la única persona que conocía en la casa el manejo del patrimonio, y que hubiera ingeniado tal vez nuevos arbitrios, acababa de marcharse para su país, a recoger una herencia. No les quedaba sino el solar, empeñado casi por entero, y algunos escudos guardados en un cofre, que pronto se agotarían.
«Esta gran fortuna, continuó nuestro hermano Jerónimo, está encerrada en un cofre que está guardado en aquel armario que no se ha abierto hace veinticuatro años . ¿Pero qué contiene ese cofre? pregunté á Jerónimo . No lo sé, contestó; sólo sé que pesa mucho, y que cuando me le entregaron vi meter en él, como si se hubiesen olvidado, algunos papeles: aquellos papeles parecían como escrituras.»
Ignoraba también que cuando dejó de socorrer á su hijo, con la intención de que se acostumbrase á la lucha y á la pobreza, Jerónimo Martínez Montiño, que amaba al bastardo como si fuera su propio hijo, fué traidor al secreto por amor á don Juan. Un día llamó al escribano Gabriel Pérez, que ya estaba viejo, y le sedujo para abrir el cofre que le había dejado en depósito el duque.
Hacedme la merced de meter eso otra vez en ese cofre, de cerrarlo y de llevároslo. ¿Y si me lo roban, señor? ¡Eh! ¡Si os lo roban, qué importa! ¡Adiós! Pero... Adiós, ya os veré. Y don Juan salió.
Sigamos, sigamos dijo el confesor del rey con voz ronca . Le casé, y al pedirle su nombre, me dijo: don Juan Téllez Girón. Como que lo sabía... como que abrió el cofre y dentro encontró papeles, y una carta del duque de Osuna, en la que le llamaba su hijo, y un tesoro en joyas y en buenos doblones de oro, que es lo que queda únicamente en el cofre, porque los papeles y las joyas se las llevó.
El cocinero abrió con mano trémula el cofre. Apareció primero un paño de seda azul. Levantado aquel paño aparecieron algunos papeles. Levantados aquellos papeles, quedaron largos rollos empapelados. Sacado un rollo y abierto, se vió que le formaban relucientes doblones de á ocho. Contados los doblones resultó que el rollo contenía cincuenta. Contados los rollos, eran cuarenta.
Había un escritorio de caoba entre unos bonitos muebles y sillones de terciopelo. Había también cuatro cuadros con marcos dorados. Pero el objeto en que Marta fijaba los ojos, era un cofre con fuertes herrajes que estaba al pie del pupitre.
La charidad traya un cofre abierto con dineros para dar á todos: su retulo y letra dezia, Omnibus sum Omnia semper, etc. Las otras dos piezas tituladas Triaca de amor y Triaca de tristes, tienen menos interés dramático.
Veamos esos papeles dijo Juan ya que habéis abierto ese cofre, á fin de que sepamos á quién pertenece esto. Sí, veámoslo, señor, veámoslo dijo maquinalmente el cocinero mayor. Cortó Montiño las cintas que ataban los papeles, y cayeron sobre la mesa. Tomó uno á la ventura y leyó: Era una partida de bautismo librada por Pedro Martínez Montiño y testimoniada por el escribano Gabriel Pérez.
Poco después la duquesa tenía en su habitación el pequeño cofre de Esperanza, descerrajado. Quedóse sola, y fué sacando la pequeña hacienda de la joven. Consistía en escasa ropa blanca, algunos abanicos, y otras joyuelas. Pero en un rincón del cofre, la duquesa encontró un pequeño envoltorio; un envoltorio pesado.
Palabra del Dia
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