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Actualizado: 17 de julio de 2025


Esta, desvanecida por su humildad, le obligó á declarar que se arrepentía de cuantas guasas había gastado respecto á los oráculos y que sólo de ella esperaba su salvación. Hecho esto, fué á su cofre y sacó dos velas de cera verdes y un mantón negro, con el cual tapó la mesa. Cerró luego la ventana y encendió las velas. Abrió el cajón de la consola y sacó una baraja.

Después la mostró un cofre lleno de alhajas y de doblones de oro. Esto la dijo es para ti; llama á tus padres y vive con ellos; no digas á nadie que el duque de Osuna te ha traído, ni que has sido doncella de servir; no te conviene. Yo además te enviaré ó haré que te envíen todos los meses, mientras vivas, trescientos ducados. ¿Cómo, señor, os vais? Necesito estar en Madrid á fin de mes.

Robledo, que se había despabilado, mostró una admiración irónica. ¡Qué elegante!... Tuve miedo contestó el oficinista de que el chaqué se me apolillase en el cofre, y lo he sacado á tomar el aire. Después se acercó con timidez á Elena. «¡Buenas noches, señora marquesa!» Y le besó la mano, imitando la actitud de los personajes elegantes admirados por él en comedias y libros.

Yo quería casarme lisa y llanamente... pero me han mandado ataviarme... me ha sido preciso obedecer: todo se ha reducido á aceptar este traje de su majestad, á abrir el cofre donde conservo las joyas de mi madre y á ponerme en manos de mis doncellas; ya veis que todo esto indica que el casamiento corre prisa: el padre Aliaga alegó no qué del concilio de Trento, pero la reina dijo que eso se arreglaría después... de modo, señor, que sus majestades, el inquisidor general y yo, os estamos esperando desde hace tres horas.

El jefe de los mecánicos de la flota aérea estaba allí con varios de sus ayudantes para abrir el cofre, cuyo cierre había estudiado durante toda la mañana. Colocaron los esclavos esta caja en el suelo verticalmente, mientras el ingeniero y sus acólitos empezaban á forcejear en la cerradura, sin resultado.

Pero, cuando él vio a un lado de la barca el cofrecillo donde ella solía tener sus joyas, el cual sabía él bien que le había dejado en Argel, y no traídole al jardín, quedó más confuso, y preguntóle que cómo aquel cofre había venido a nuestras manos, y qué era lo que venía dentro.

Desparecíla día de la Ascensión del Señor, a las ocho de la mañana, del año de mil y quinientos y noventa y cinco. Traía la niña puestos estos brincos que en este cofre están guardados." Apenas hubo oído la Corregidora las razones del papel, cuando reconoció los brincos, se los puso a la boca y dándoles infinitos besos, se cayó desmayada.

Se arrojó al suelo delante del cofre, introdujo el instrumento con una violencia insensata, entre la tapa y la cerradura, se apoyó con tal fuerza contra las tenazas, que las dobló, como si fueran de plomo. Sudaba copiosamente; jadeaba como si un gran peso le oprimiera el pecho; su corazón latía con furia. Nada, todo era inútil.

En tanto, pues, que ella volvía, nunca dejó Preciosa las lágrimas ni los ruegos de que se entretuviese la causa de su esposo, con intención de avisar a su padre, que viniese a entender en ella. Volvió la gitana con un pequeño cofre debajo del brazo, y dijo al Corregidor que con su mujer y ella se entrasen en un aposento; que tenía grandes cosas que decirles en secreto.

Además, en esta carta de vuestro difunto hermano que me habéis dado, se dice que existe un cofre sellado. ; , señor. ¿Dónde está ese cofre? Le tengo yo. Traedme ese cofre esta misma noche. ¡Ese cofre, señor! ¿pero no sabéis que es un secreto? Para la Inquisición no hay secretos. ¡La Inquisición! exclamó aterrado Montiño.

Palabra del Dia

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