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Actualizado: 29 de junio de 2025


¿Trujo la tierna paloma En el pico de clavel Al arca la verde oliva Y á el funesto ciprés? ¿Cerca en su claustro al varón Aquella fuerte Mujer, Que en mi soberbia cerviz Me dicen que pondrá el pie, Quedando virgen y madre Del mismo que su Padre es? ¿No hablas? Respóndeme, Abre esos labios, pronuncia Mi muerte...

Pues que me dispense, pero tiene un color muy feo... Verá usted, voy a ponerle otro más bonito. Y diciendo y haciendo, fue derecha a uno de los floreros del salón y, después de escoger algún tiempo, sacó un magnífico clavel rojo.

Mas cuando se disponía á tirar el segundo clavel, vió levantarse rápidamente sobre las maderas de la galería otra cabeza rubia un poco mayor, aunque no menos hermosa. Una mano blanca salió por un instante fuera, y una voz de timbre dulce y sonoro pronunció estas palabras: Esa es mejor. Al mismo tiempo cayó á sus pies una grande y magnífica rosa de Alejandría.

Ven acá, salero, siéntate á mi vera, á ver si vivo cien años más. Soledad sonrió con benevolencia. ¿Para qué tanto? ¿No vale más estar á mi vera que vivir cien años? ¡Mucho que ! ¡Bendita sea tu boca, clavel de la Italia! Mejor quiero estar á tus pies una hora que seis meses tomando monedas de cinco duros. Es que no las has visto.

A Leto no dejaba de ocurrírsele algo también; pero temiendo que fueran majaderías, se limitó a glosar un poco las ocurrencias de Nieves; la cual, en una de éstas y por apretarle demasiado con los dientes mientras hablaba, cortó el rabillo del clavel. Leto le recogió del suelo tan pronto como cayó, y se lo quiso devolver a Nieves...

, frente a él, a corta distancia, Beatriz y su primo estaban echados de espaldas sobre la hierba, a la sombra de un olmo. El mancebo había juntado su rostro al de la niña, pasándola el brazo bajo la espalda, mientras ella, deshojando un rojo clavel, un clavel rojo como la sangre, sonreía voluptuosamente.

Octavio arrancó un clavel y se lo arrojó, pero no habiendo hecho bien la puntería cayó en el patio contiguo, con grande y ruidoso sentimiento de los nenes. Tomó otro riendo y volvió á tirarlo. Esta vez obtuvo un resultado satisfactorio. El niño que lo cogió le dió las gracias con un beso. Los demás se pusieron á gritar: Dame otro, dame otro. Allá voy; no hay que impacientarse; para todos habrá.

Entonces fue Nieves quien se inmutó, y no poco; pero se repuso al instante, y dijo a Leto en el mismo son de broma que antes y cerrando el álbum: Pero, hombre, ¿cómo puede ser eso, si el clavel quedó allí y nosotros continuamos andando?... Es verdad respondió Leto sin perder una chispa de su ardimiento ; pero volví yo por él en cuanto me despedí de ustedes en la botica, después del paseo.

Lo mismo las damas que venían haciendo girar su quitasol de seda sobre el hombro, ostentando los menudos pies ceñidos por zapatos de tafilete, que las menestralas con blanco pañuelo de percal por la espalda y el clavel de rigor en el pelo, al levantar sus ojos negros, expresivos y encontrarse con las sonrisas de nuestros vecinos y los grotescos ademanes de admiración, sonreían también graciosamente.

Si se me dice que , infiero que el juicio no es la sensacion trasformada; pues no es ni siquiera sensacion; si lo es, entonces observo que si es la del clavel, ó la de la rosa, se sigue que con una sola de estas sensaciones, tendré la percepcion comparativa, lo que es absurdo. Si se me dice que es las dos juntas, contesto que esto, ó no significa nada para la cuestion, ó expresa un absurdo.

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