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Actualizado: 10 de junio de 2025


Infundirles nueva vida, ¿verdad? dijo Carlota maliciosamente. ¡Eso es! repuso D. Laureano riendo. En aquel momento apareció en la puerta la arrogante figura de Concha. Oye , guasón, ¿qué te has figurao? ¿Piensas que voy a estar hasta que amanezca sola en esa alcoba? profirió sin dirigir el más leve saludo a la compañía, clavando su mirada colérica en Romadonga.

Había que resignarse y no hacer un desaire a los señores de la casa. Y a los pocos minutos ya estaban amigablemente en torno de la mesa, con el mantel cubierto de migajas de bizcocho, las jícaras de chocolate vacías y clavando barquillos en las entrañas de los sorbetes.

Ten cuidado con lo que haces prosiguió, clavando en él sus ojos siniestros, porque una traición pudiera salirte cara. Estaba tan acostumbrado al dominio de aquella terrible mujer, que sintió un estremecimiento de frío, como si algo aciago se cerniese ya sobre su cabeza.

Primeramente colocó en el centro de la entrada la mesita blanca de pino en que comía la familia, cubriéndola con una sábana y clavando los extremos con alfileres. Encima tendió una colcha de almidonadas randas, y puso sobre ella el pequeño ataúd traído de Valencia, una monada, que admiraban todas las vecinas: un estuche blanco galoneado de oro, mullido en su interior como una cuna.

Oh, me inspirarias canciones inmortales, Y al oirlas estasiados, del orbe los mortales, Tu nombre repitieran con alta admiracion. Entonces fuera grande, por tu esplendor guiado; Con el laurel del genio me viera coronado Para arrojar coronas de glorias á tus piés... Qué digo de coronas de gloria en mi delirio? Yo siento la corona del perennal martirio Clavando sus espinas en mi marchita sien.

Sintiéndose el Padre mortalmente herido, pidió al neófito que lo dejase allí; y clavando luego en tierra una cruz, que llevaba en las manos, se puso de rodillas delante de ella ofreciendo la sangre que derramaba por sus mismos matadores, é invocando los dulcísimos nombres de Jesús y de María, quebrada y deshecha la cabeza á grandes golpes de macana, entregó su espíritu en manos de su Criador el día 18 de Septiembre del año 1711.

Después de haber borrado la geografía del continente para hacer otra nueva, clavando sus banderas donde mejor les pareció, desbaratando imperios y haciendo con tronos y reyes un juego de títeres, tropezaban en una piedra del camino de aquella remota Andalucía, tierra casi olvidada del mundo desde la expulsión del islamismo.

El cerebro de la joven no cesaba de dar vueltas y más vueltas a estas ideas y a otras análogas, mientras su cuerpo permanecía inmóvil, abatido, clavando los ojos obstinadamente en las manos de D.ª Marciala, que no dejaba un momento su calceta. Sentíase enferma, deseaba irse; pero una vaga esperanza, que no podía definir, la retenía a su pesar.

Se la hemos dejado, con los demás bártulos, al jefe de la estación de Jabalquinto se apresuró a concluir D. Nemesio, clavando sus ojos saltones y suplicantes en el catalán. ¡Pues es verdad, voto a Dios! exclamó éste levantando los suyos a la rejilla. Dispénsenos usted por favor... Ya comprenderá usted que nuestra intención...

Como si hubiera comprendido mi intención, el infeliz levantó bruscamente la cabeza, y clavando la vista en mis ojos, me dijo con voz sorda: Míreme bien, amigo, y si oye usted decir algún día que ha ocurrido una desgracia en Beaucaire, podrá usted afirmar que conoce al autor de ella. Su rostro estaba apagado y triste, con ojos pequeños y mustios.

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