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Actualizado: 10 de junio de 2025
¡Oh! caballero exclamó esta deteniéndose y clavando en él sus ojos que brillaron como las últimas ascuas de un hachón sepulcral , ¿no es muy triste ver tanta cosa muerta en derredor nuestro, y sentir ese frío del alma que dan las memorias marchitas, cuando pasan? Hacen un murmullo triste como el remolino de hojas secas, y dan escalofríos como la llovizna de otoño ¿No es verdad, no es verdad esto?
Pidió a su madre la razón de sus palabras, tan preñadas de obstáculos desconocidos para él, y su madre, más justiciera que compasiva, ahondó el abismo clavando a la marquesa de Montálvez en la picota de su indignación y acribillándola allí con una granizada de crueles vituperios.
Pero el hacerlo sin tentar de algún modo su proyecto, le dolía tanto que permaneció inmóvil, a despecho de la mirada de despedida que aquél le estaba clavando. No me sorprende su generosidad dijo. Su señora hermana me había hecho muchos elogios de su corazón, y veo que no estaba equivocada. Supongo que a nadie más que a mi hermana habrá usted oído hacer elogios de mi corazón.
Vengan ustedes, señoritas murmuró el teniente, creyendo que se trataba de convidar a la familia García. No, estas señoras no quieren nada se apresuró a advertir la madre, clavando a su hijo a la puerta del café con una mirada elocuentísima.
La mía ha sido siempre impenetrable dijo con exaltación la generala, clavando en él sus ojos húmedos y brillantes.
Venturita tomó una caja de cerillas que había sobre el costurero, y encendió una. Madre e hija estaban pálidas. Aquélla arrimó la carta a la luz. En cuanto leyó unos cuantos renglones, se dejó caer en la butaca, y clavando los ojos con expresión dolorosa en su hija, le dijo: Ventura, ¿qué has hecho? ¿Yo? Nada respondió la niña tirando al suelo la cerilla que tocaba a su fin.
Llegó el ilustre prófugo á la cima de un collado de donde se descubria á Babilonia, y clavando los ojos en el palacio de la reyna se cayó desmayado. Quando recobró el sentido, vertió abundante llanto, invocando la muerte.
¿Cómo te encuentras del estómago? Así, así. Eso no es decir nada... Tú me has prometido franqueza... Me encuentro medianamente. El cura, que paseaba por la sala con las manos atrás, se detuvo delante de su sobrino, y clavando en él una mirada de increíble ferocidad, le dijo con acento enérgico: ¡Pues es necesario curarse! Andrés no respondió.
Una tarde que jugaba en presencia de varios socios y llevaba perdidas muchas piezas, vio su salvación en convertir en reina un peoncillo. ¡Este va a reina! exclamó clavando con los suyos los ojos del adversario. No puede ser. ¿Cómo que no puede ser? Y el contrario, por instinto, retiró una pieza que estorbaba el paso del peón que debía ir a reina.
De remediarlos en absoluto, no; pero de aliviarlos bastante, sí repuso el joven clavando en ella su mirada penetrante . Si los mineros trabajasen tan sólo dos o tres días a la semana y esos pocas horas; si se les hiciese vivir alejados del establecimiento minero, en Villalegre por ejemplo; si se prohibiesen esos trabajos a los niños menores de diez y seis años; si se cambiasen la ropa inmediatamente que salen de la mina; y sobre todo si se alimentasen bien, pienso que los estragos del mercurio disminuirían notablemente.
Palabra del Dia
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